viernes, 31 de mayo de 2013

Escribiendo una carta de amor

Me quedé viendo al sol hasta que blanqueara mi vista. No tenía razón para hacerlo, tampoco para no hacerlo. Entré a la cocina sosteniéndome del marco de la puerta para no perder el equilibrio. Me apreté los ojos para contrarrestar el cambio de luz.

Estaba tembloroso, nervioso, con un miedo paranoico, asustadizo, con la boca bien cerrada y las cejas muy arriba al ver a mi jefe apachando metódicamente los botones del microondas. Seguramente me odia por mi mediocridad. Me preguntó —¿Cómo vas?—  lo mejor que se me ocurrió fue —bien—. No iba bien. La verdad seguía atrasado y las posibilidades de lluvia eran tan altas como el fracaso de la primera propuesta de diseño. 

Dos semanas de mala racha en el trabajo. Destrozo tras destrozo. En mi defensa, juro que no fueron de mala fe, pero ya qué, lo importante es el resultado, no la intención. 

¿Mi intención al despertar? escribirte una carta de amor. Es complicado no ser empalagoso cuando todos los clichés encarnan en ti, cariño. Quería algo más orgánico (como dijo el fotógrafo) por eso conseguí una ruidosa máquina de escribir. Las teclas metálicas  tienen más electricidad que mi insípida computadora, sobre todo si estás intentando dejar tu corazón en palabras sobre una hoja bond. No, no, no. Tachá eso de cariño, suena cursi, a ella no le gusta eso. A ver "Es complicado no ser empalagoso cuando todos los clichés encarnan..." ¿Encarnan en qué?... Ah sí, en tus huesos. Eso, ahí va. Solo tengo que pensar en frases sutiles pero poderosas.

No conozco mucho a mi jefe, pero he visto que es un adulto complicado y a falta de no encontrar una palabra mejor, quisquilloso, como todos nosotros. ¿Cómo explicarle a mi jefe que estaba trabajando en el proyecto más ambicioso, estúpido y complicado de todos los tiempos, escribir una carta de amor que no suene cursi? Eso me hace pensar en la vida amorosa de mi jefe. Todo, desde las preguntas más rompe-hielo hasta detalles profundos que revelen las esquinas de su alma: ¿a quién ha amado? ¿cuál es su amor imposible? ¿qué espera de alguien más? ¿que vínculos esperaría que tuviera su alma gemela? Hasta este momento lo único que sé es que ha visto a Lady Gaga, Britney Spears y Madonna y que mi trabajo, en palabras bien lijadas, era una mierda con pésima diagramación, con espacios tan pequeño que ni una secretaria podría escribir una frase en taquigrafía completa. Encantador, un boost para el autoestima y la motivación sin lugar a duda. 

Voy manejando, voy fumando, voy maldiciendo y tarareando. En eso, una idea patea las entrañas de mi cerebro quemado. "Está demás decir lo mucho que me gustás: esa mezcla entre pragmatismo, filosofías, y angustas existenciales cotidianas. Esas cantidades ridículas de genialidad que envuelven tu piel y conllevan tu alma, me fascinan". Aguantá el pensamiento, aguantá el humo.

De vuelta al trabajo, a volver a pensarla. Pensar en ella, pensar en como construir exactamente lo que mi jefe quiere. La vuelvo a pensar, lo vuelvo a pensar, lo intento otra vez y lo vuelvo a arruinar. Justo cuando creo tenerlo, encuentro uno, dos, tres, diez errores. Igual que en mi carta. Una palabra muy mielosa, una metáfora muy trillada, una frase muy fuerte, un párrafo muy suave, un color no contrastante o una tipografía muy pequeña. Así pasan mis días, preparando una carta de amor y 2 de odio. Ojalá hablar con el corazón fuera tan fácil como hablar con el hígado. 

Mi jefe me mandó un mensaje a las 7 de la noche. Para regañarme, para quejarse, para no sentirse solo.
—yo: Ahorita no te puedo hablar, estoy ocupado, tengo compañía— Noté su tono ardido. Fortuna la mía de tener a quien abrazar y ver mala TV por cable un martes cualquiera.

La carta no es perfecta, yo no soy perfecto, no entiendo porque mi jefe no entiende. Mis diseños están cargados y con sentimiento, pero el no entiende que la razón no entiende a la pasión. 


... Con todo esto, solo intento decir que te amo y si esto no es amor, te quiero más que demasiado y menos que mucho. Perdón por hablar en cursi. 

lunes, 20 de mayo de 2013

Hemoglobina

Tengo un primo residiendo en alguna parte de Europa. Un verdadero poeta y no un pseudo escritor de tercera influenciado por Chinaski como yo. Hace muchos años, estando en una farmacia, él quería llevar hemoglobina en bolsa para llevar, porque... ¿Por qué no? Buena época.

En una revelación divina, me di cuenta que la hemoglobina, es esto:

Lógico, ¿no?

lunes, 13 de mayo de 2013

Chococita con mi chocosita (II)

Hacía algún tiempo desde que mis Vans cafés no azotaban los bares y discotecas de la zona 10... O de cualquier zona.

El grupo de ilustres jóvenes con lo que bebía frecuentemente se diluyó entre la falta de dinero, peleas, trabajo, amores imposibles y una libertad de expresión coartada por likes. Pero eso no le importaba a Hilda, mi choco-cita quien conocí en ese bar. Quizás se llamen bares no por las barras, sino por baratos. Relaciones, música, filosofías y conquistas baratas. Lo único que permanece caro son los tragos y las mujeres. Curiosamente, van de la mano, igual que las mejores amigas cuando se trata de ir al baño.

Para ese entonces seguía en una de mis múltiples etapas de desempleado, no obstante, nunca se está demasiado desempleado como para desperdiciar un cubetazo. Siempre he creído que las situaciones pueden ser peores y sí bien pasaba por unos cuantos baches financieros, seguramente, no eran tan graves como los de Hilda, una empleada pública con un tatuaje de mariposa en la espalda baja y una hermana mesera con un hijo inesperado.

Había tenido demasiados cubetazos esa noche y por berrinche de niño consentido, me había levantado justo a la hora de almuerzo, el cual rechacé por estar aburrido del arroz igual al del día anterior. Agradezco tener comida en suficiencia, sólo que no entiendo cuál es el puto problema con esta sociedad en no pensar algo más creativo para sustituir por algo novedoso el pollo y el arroz que llenan los platos de muchos comedores y hogares. Es más, si tan sólo se presentaran diferente, fuera una victorira para nosotros los melindrosos. No puedo creer que hasta la fecha nadie haya pensado una alternativa económica; como preparar sanguches de pollo o hacer algo diferente con el arroz. No comer en todo el día y tanta cerveza en un corto lapso me hizo perder el control muy rápidamente. Estoy seguro que en otras circunstancias, en estados más sobrios, nunca habría sacado a relucir todas mis técnicas de conquista barata.

Pero eso es algo que a Hilda no le importa. A ella no le importaba el comportamiento errático de esta sociedad, ni esta sociedad, ni porqué estamos destinados a comer tanto pollo y arroz en el almuerzo y definitivamente le trasquilaba eso que yo bauticé como baches financieros, mejor dicho, que copié de alguna  clase de presupuestos, al aprender lo difícil que es para las empresas estar apalancadas casi en un 60% por invertir en maquinaria y equipo, esperando un retorno trimestral alto y rápido lo suficiente líquido como para cubrir sus costos totales sin sacrificar drásticamente las partidas ni modificar severamente su presupuesto de caja.

Y aunque es bastante probable que este último argumento sea tan inválido, erróneo e incoherente como las respuestas de mi examen, donde sabía tan poco al respecto, que mejor dibujé un tiranosuario rex para presuadir al catedrático con mi talento innato de artista frustado en busca de una nota mejor con trabajo fácil gracias a la osadía de hacer idioteces en un examen en lugar de ponerme a estudiar como se supone que debiera estar haciendo, es más probable que yo con todas mies estupideces sea más inteligente que Hilda. Ahí fue cuando entendí porque todos esperan que esté estudiando, no bebiendo jueves, viernes y sábado en busca de una recompensa hedonistamente inmoral. Obviamente digo todo eso para verme culto y demostrar que he ido a la Universidad.

Pero una vez más, eso no le importaba a Hilda. Lo noté rápidamente, cuando estando en un restaurante meridiana y relativamente lujoso, ella me preguntó por tantos platillos y tantas traducciones en inglés que me sentí como un auténtico Google humano. Llegó al punto donde casi rebasa mi tolerancia de vergüenza ajena y pena propia. No podía creer lo que YO era capaz con tal de lograr que se desnudara por 4 horas y me sodomizara aunque no aguantara su olor a perfume barato, como los elementos intangibles del bar.

A ella eso no le importaba. A ella lo único que le interesaba era el dinero, el carro que manejaba y el carro que traía, dónde había trabajado, cuándo iba a trabajar otra vez, cuánto iba a ganar, qué hacía para ganarme la vida, cuánto dinero me daban mis trabajadores padres, en qué países habías estado, a qué otros restaurantes lujosos la podía llevar, cómo era mi casa, qué teléfono tenía, cuánto podía invertir en ella, en cuánto tiempo podía sacarla de la zona marginal donde vivía y qué tan enfermo era yo sexualmente. Ella esperaba un debate donde yo le expusiera todos mis fetichismos y ella todos sus gustos. Sexo por dinero, pero no la malinterpreten, en su Facebook claramente dice que le da risa todas esas putías de barrio que intentan ser sofisticada, sexys e intelectual como ella. Fuck you.

Ella siguió llamándome y mandándome fotos terriblemente editadas. En una semana, no escatimó palabras ni errores ortográficos para decirme que me amaba y que yo era el amor de su vida. Seguramente estaba pasando por un tarrible crisis financiera para que me acosara de tal manera, pero eso fue algo que a Speedy no le importó.