viernes, 5 de diciembre de 2014

El día que las drogas renunciaron de mí

Aún no estoy seguro si las drogas me despidieron o renunciaron. Se cansaron de trabajar arduamente en mi hipotálamo sin lograr resultados aparentes. Sin darme aquellos trips de los que pasara MESES presumiéndole a mis amigos quedados. 

Y es que para ser junkie, pinta o un simple marihuano tenes que recordar TANTÍSIMOS nombres de tantas drogas naturales y sintéticas de similar efecto, que pareciera casi más importante saber el nombre de lo que te estás metiendo que la sustancia en sí.



Cuando empecé en el rollo y caí en cuenta que en frente y al rededor mío había un mundo lleno de drogas, me sorprendía con facilidad saber que alguien ya había probado la marihuana u cualquier otra droga. Ahora me sorprenden las historias de sobriedad de aquellas personas que nunca en su vida han probado otra droga (más que la cafeína, el alcohol y los cigarros... O el Poder del Todopoderoso Cash Luna y sus noches de Sanación).

De haber un sindicato en mi mente, seguramente fuera uno de esos sindicatos culeros y obstinados en chingar con cualquier mierdita. Cualquier luz, cualquier sonido, cualquier sentimiento, cualquier presentimiento, pensamiento o estupidez que se cruzara en mi mente era razón más que suficiente para botar todo el Sistema. Si no recuerdo mal, algunos le llaman a eso "mal trip". Yo le denominé 'paranoya'.



Ese miedo de ser cachado por tus viejos, de ser vistos por la policía, de ser juzgados por los comensales del Food Court de Oakland Mall, de no estar tan pedo como los otros broders o de estar más pedo que tus broders. Ese bajón después de una fumigada épica, esa angustia después de cada papelito o esa electricidad incontenible después de cada línea es miedo. Quizás a no controlar el trip o a algo que nunca llegué a conocer.

Y si yo les contara cuánta chavita y chavito no me han dado "cátedras" de cómo ser drogo, bien podría escribir un libro e ir por todo el mundo dando conferencias sin tener la más puta idea de qué estoy hablando. Eso sí, contaría con el respaldo de un montón de idiotas que pensaran igual que yo (¡Hey! así como @crazyglorita) 



Pero fueron dos puntos los que me hicieron romper lazos con las drogas. 1) El PUTO bajón. Sí, yo sé que un par de chelas te da un sueño de la gran puta, pero, no tanto como una hot-box en el hoyo de la URL en plena clase de Pensamiento Ignaciano y Landivariano. ESO, sí es una auténtica hueva de muerte. 2) El costo beneficio. Con 54 varas puedo comprar 12 chelas e invitar hasta a 3 amigos mal-aguante igual que yo. Con 54 varas seguramente no podría comprar más que un par de gramos de "mal caldo sin mafufa" de algún pizado de la USAC. Probablemente algún otro tipo pinta con su suéter de lana que compró en Ati. No digamos lo que podría hacer con Q.100. Eso sin contar que no hay lugar como Bajo Fondo donde con cien, te tomás 6 chelas y tenés hasta la posibilidad de conectarte alguna gringa fea que le pareciste guapo solo porque creyó que tenías poppers en tu mochila. Un cienito es una broma en estos días (creo).

Y nunca falta aquel que se atreve a juzgarme por manejar ebrio. Y sí, he banqueteado 3 veces y casi me choco contra un árbol para este último Halloween de no ser por mi socio y amigo que me despertó casi un segundo antes que me subiera al arriate de San Cristóbal. Pero en mi defensa, creo que esos banquetazos y esas irresponsabilidades me han hecho una mejor persona. Dudo que una sobredosis sea una historia tan sencilla de contar. Además, el alcohol sigue siendo legal y sobornable. Las drogas siguen siendo ilegales, para bien o para mal



Ahora tengo la certeza que las drogas y yo nunca más volveremos a trabajar juntos. Es porbable que hagamos un freelance en alguna ocación de emergencia como un concierto de electrónica o una extraña experimentación con mi novia, pero nada más, Llegamos a tal punto de desacuerdo que hace 2 semanas rechacé un sweet joint en un hermoso ap de la Zona 10.

¡Salud!