"Me llamo Axel pero me dicen
Relaxel" me dijo antes de soltar la clásica risita de todo buen marihuano.
El broder apestaba a mota
y me miraba con ojos chinos e hinchados. Arrastraba los pies al caminar y las
palabras para hablar. Pareciera como si la comisura de sus labios fueran a
intersectarse con la esquina de sus ojos por sonreír tan
despreocupadamente.
Intenté sacarle conversación. Le pregunté
cuánto tiempo llevaba viviendo en San Pedro y me respondió que cerca de un año.
Intrigado seguí haciéndole preguntas sobre cómo había decidido irse a San Pedro
y dejar la ciudad o qué le dijeron sus viejos cuándo se fue de la casa. Él no estaba interesado en mi plática y
se limitaba a responder con un "no sé broder, no me acuerdo" a
manera que no interrumpiera su trip interno.
Teniamos que ir a la casa de Selvin, el
menor de 7 hermanos y uno de los pocos aventureros capitalinos que huyó de la
ciudad en busca del paraíso prometido. A los 18 años él y su novia decidieron
irse de una buena vez de este pueblón que llamamos ciudad. Estaba harto de
vivir en represión, de fumar a escondidas y sobre todo del tedio citadino.
Según me contó un amigo de su hermano, una madrugada cualquiera, agarraron sus
chivas y con sólo 100 varas se fueron hasta San Pedro en el primer bus que
pudieron.
Los marihuanos son la misma persona en
diferentes cuerpos. Hubo una ocación donde una conocida me dijo que el dinero
era una mierda y que a ella le encantaría irse a vivir a Pana. "Mano, si
hay que parchar para vivir, parchamos. Con tal de no vivir en este Sistema de
mierda ¿ya?". Me hablaba del Sistema como si supiera que era, como si
conociera todas las partes y todos los engranajes que conforman la máquina,
como si fumar marihuana le hubiera abierto los ojos a una realidad que solo los
marihuanos tienen derecho, sin darse cuenta que ella es una pieza de repuesto
para este Sistema. La última vez que la vi seguía trabajando en un kioco en un
centro comercial de la Roosevelt.
Siempre que destapábamos un litro en
el chupadero de la USAC donde sólo reggae ponen, no pasaba mucho
tiempo para que alguno empezara a hablar sobre mítico Selvin. Siempre. Sin
excepción alguna. "Ese maje, calidad de persona vos. El
maje con 100 varas se fue a San Pedo y empezó de 0, ahora ya tiene su chante y
toda mierda. Pero, sí... Cuando llegaron, él ya la mújer parchaban
y así sacaban algo de varandas para tramar y la duwi"
Relaxel se detiene y me toca el hombro
como si hubiera tenido una epifanía: "amigo, acompáñame y luego vamos con
Selvin". Había llegado al pueblo con 2 amigos más pero ellos seguían
dormidos por tantos bongs, spliffs, clutches y qué sé yo que más. Yo seguía
ligeramente ebrio, nada más. Nada que una michelada no pudiera arreglar.
"Espérame aquí ¿vale?" No entendía cuál era la puta gana de hablar
como extranjero, si probablemente vivía en Villa Nueva como yo y 1 millón más
de ordinarios. Relaxel quitó el candado de un portón con maya metálica que
dejaba ver hacia adentro. Había un pick-up corinto y muchas hamacas afuera de
los cuartos celestes. Era otro hotel más para turistas. Americanos bohemios,
disfrutando del tercer mundo hecho a su medida. Hoteluchos basura lo
suficientemente aceptable como para pasar hasta 3 meses tomando Gallos y
fumando San Pedrana Golden, alejados del mundo pero conectados
a Internet.
Mientras esperaba, pensaba cómo putas
podría alguien irse a vivir a un pueblo tan desgraciado como San Pedro La
Laguna. Ya había estado una vez antes en San Pedro y tuve la misma percepción
la segunda vez que fui. ¿No es suficientemente sub-desarrollado la Ciudad como
para querer irse a vivir a un pueblo donde pareciera que todo se reduce a
ácidos, coca y marihuana?
"Vos comete una carretada de caca,
cerote. ¿Me vas a decir que preferís los motocacos y las colas del horto que se
hacen en vez de vivir de lo más fresh en Sampedrogas?" Y tenía razón,
ningún clasemediero quiere embotellamientos ni paranoya en cada semáforo. Pero
realmente no viviría en un pueblo donde la mitad son extranjeros y la otra
mitad son indígenas y no me puedo indentificar con ninguno de ellos. No podía
creer que yo, con mi pelo largo y mi playera de Pink Floyd prefiriera
vivir en el mundo urbano que en un paraíso de leyendas y desenfrenos. Algún
tiempo atrás hubiera, con un poco más de huevos, hubiera dado lo que fuera para
vivir la vida del bohemio chapín. Después me di cuenta que hasta los bohemios
necesitan dinero y, ahí fue cuando rechacé la idea de vivir en una casita,
alejado del mundo, fumando yerba y escuchando rock progresivo mientras el mundo
se cae a pedazos. Es una vida aburrida y hasta más rutinaria que la vida de
ciudad.
Preferiría mil veces vivir en una casa
digna de Inmobilia en la Zona 16, con una Prado, un BM y un Porche
estacionados frente a mi portón americano que vivir en una champa bien armado
en una comunidad para cuasi-junkies. Preferiría oler rico todos los días.
Cargar mis tennis limpios todo el tiempo. Hartarme en Jack Francois y vomitar
medio salario mínimo afuera de Plus de Cayalá. Prefiero el ruido de la ciudad,
la incoherencia de New York, la plasticidad de L. A, o la homosexualidad
abierta del D.F. Por lo menos, quisiera vivir en una ciudad donde los bares
estuvieran abiertos los domingos y pudiera caminar ida y vuelta, sobrio o
ebrio, sólo o acmopañado, sin miedo de ser asaltado.
Para bien o para mal, vivo en el país con
la ciudad más fea del mundo. La ciudad donde se rumorea sobre el amigo de un
amigo que se quedó en el trip por meterse demasiados hongos y sobre aquel
cuate que probó la florifundia pero no le pegó. La ciudad donde soñamos con
encontrar una tierra virgen y mágica cada vez que vamos a Atitlán. La Ciudad de
Guate/sque/fijese/que.
Prendí un cigarro para matar el tiempo.
Luego prendí otro y otro más. Desde lejos vi una xten, blanca
como la leche, con un gran sobmrero sobre su larguísimo y abundante cabello
naranja. El sombrero la daba suficiente sombra como para caminar sin quemarse
sus delgadas y pequeñas piernas casi transparentes. Ni sus piernas o sus brazos
salían del cículo hecho sombra gracias al sombrero. Me impactó lo claro
de su piel. Era casi molesto para la vista ver algo tan claro. Como cuando la
luz pega en el papel aluminio y el reflejo te da justo en los
ojos, forzándote a apretar los párpados o voltear la midada para que no te
duela el nervio óptico. Ente más cerca estaba era más evidente que su piel no
era de estas tierras. Emanaba suavidad. Esa suavidad que te produce apretar la
mandíbula porque te da nervios de primero tocarla
despacito solo con la yema de los dedos, después de enterrarle las uñas y por
último morderla para descargar todos los nervios restantes y
así respirar aliviado. Era una cuadra larga y ella, puro Ütz,
no tenía ninguna prisa, ¿Qué prisas pueden haber en Atitlán? No quería parecer
puro idiota desocupado (como si estar paseando el 4 de enero
no fuera suficiente prueba para declararme trabagador) así que predni otro
cigarro más, esperaba que durara lo suficiente como para que me viera fumando.
Ya solo me quedaban 6 convertibles y 2 Luckys. Aposté a la suerte. Entre más se
acerbada al final de la cuadra, donde yo estaba mi cigarro se hacía más
pequeño.
Estaba tan concentrado en ella y su piel
descubierta que había olvidado por completo que estaba afuera de ese hotelucho
por culpa de Relaxel. "Amigo ¿Quieres entrar? Unos amigos y yo estamos
viendo Family Guy" — Sí, dame chance, sólo me termino este cigarro.— La
verdad es que quería terminar de sabrosear a mi musa San Perdana. Quería ver de
cerca sus jeans convertidos en shorts, sus sandalias de 60 dólares, su blusa
negra de mangas largas, las estrellas en los costados dde su abdómen, su
gigantesco sombrero y sobre todo su piel que todavía me eriza.
Al pasar frente a nosotros nos vio a los
ojos y con un español retorcido nos dijo "bujenas dehas" (intentando
darnos los buenos días y ¡vaya que si era un buen dia para verla!) Yo respondí
con un simple y plano buenas, tradicional de toda entrada de
negocio. Relaxel fue más allá con su saludo y le dijo "vibra
positiva, hermanita". —¿La conocés?—Le pregunté. Sí, se llama Skyler.—
Memoricé su nombre. Skyler, la mujer más hermosa que he visto. Relaxel siguió
contándome algo más sobre Skyler, pero no le respondí nada porque seguía
pensando en ella y no quería que me cagara ahora a mí, mi trip interno.
Entramos a una habitación del hotelucho.
Todos fumaban weed y se reían de las estupideces de Peter Griffin. No es
necesario el boost de THC, pero siempre se aprecia el esfuerzo para reír más.
—¿Quiere vitamina, maestro?—extendió su brazo poniéndome el blunt casi a la
altura de mi boca. No quería, tenía sed y no necesitaba más resequedad en el
cielo de la boca. A la par de la laptop donde veían un episodio donde
Pewterschmidt quedaba pobre, había un envase de 3.3 litros de Big Cola, —Nel,
pero no sé, ¿te puedo robar un poco de agua?— Le señalé el envase abierto —Dele
maestrísimo, ahí hay vodka por si quiere echarle— Acepté su oferta.
Estaba aburrido. Dos episodios después y
varias carcajadas, salí de la hotbox. Relaxel iba aún más
ensimismado. No habló ni una sola palabra, solo siguió el camino mecánicamente.
Yo seguí a Relaxel aunque también iba sumido en mi propio lago de pensamientos.
Antes de doblar a la esquina para la casa
de Selvin recibí una llamada de uno de los amigos con los que había llegado al
pueblo. Casi 3 horas después habían recuperado la noción del tiempo terrenal.
Quedamos en juntarnos frente a la casa de Selvin. Relaxel se despidió y siguió
su vida San Pedrana fortalecida en Jah.
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