jueves, 25 de septiembre de 2014

Lo que aprendí de las drogas

Mis días de completo pinta quedaron atrás el día que me robaron (por tercera vez ese año) una mochila creyendo que había una laptop en ella. La verdad es que solo habían cuadernos garabateados y una especie de pipa hecha de bambú con una pizca de vitamina W. Esa pipa había sido el regalo de un amigo tribulado que me enseñó cómo fumar en tercero básico. "Va, es como que si te fueras a meter a la piscina pero en vez de jalar aire, jalás el humo" — Me dijo a mí y mi amigo en medio de un pastizal al fondo de un barranco. De vez en cuando extraño ese barranco. Fue un poco antes que cada colonia se creyera La Cañada por ponerle una garita, un muro en cada salida y una fachada de piedra haciéndose pasar por "residenciales". Era nuestro propio paraíso casi-escondido. Otras personas lo usaban para tener sexo al aire libre. Me hubiera encantado haberlo puesto en práctica pero en aquel entonces, el sexo para mi era un mito.



No fue hasta en la U cuando empecé a convivir con verdaderos pintas. Gente vistiendo a diario suéteres de lana y gorritos rastafaris. Estudiantes hablando de bongs y chavas intercambiando blows por ácidos. Era como si alfin hubiese desbloqueado el nivel secreto de un videojuego con la excepción que esto era real. Tan real y tan onírico (o irónico) que muchas veces terminaba mezclando lo real con lo imaginario haciéndome un completo quedado con la estúpida risa de marihuanos que tanto llegué a odiar.

Me gustaba el hecho de sentirme como la juventud americana perdida, viviendo en el tercer mundo, utilizando las drogas recreativas como medio de expresión y escape a los pequeños problemas que no queríamos entender o resolver. Influenciados por películas, libros y letras extranjeras. Compartiendo pensamientos de grandes comerciantes populares como Bob Marley o Kurt Cobain. "No mano, yo vivo tan tostado que las gotas y no me hacen nada. Además entiendo mejor las clases así" — Nunca más volví a ver esa mente brillante por los pasillos de la U.



Me pareció como si hubiera una competencia silenciosa entre los pseudo-junkies para ver quién compraba y probaba la mejor droga. Quién tenía el mejor trip, quién alucinaba más fuerte, quién era más drogo... "A LA VER-GA CEROTE, me dí un Hoffman y SIN PAJAS, tripié que el espejo eran gotas de mercurio que se chorreaban y dejaban manchas de color en el piso". Era estúpido, pero al mismo tiempo YO quería vivir esas historias. Historias como la del espejo o la de lagartijas gigantes flotando sobre el lago. Cada historia era tan fácil de inventar que muchas veces no sabía si estaba fingiendo el trip para encajar en un grupo de desadaptados o si en verdad alucinaban con cosas tan estúpidas como surfistas desplazándose por una cortina blanca o mantequilla transformándose en barcos de papel.

Más que nada, quería esa vida loca de desenfrenos y mujeres tatuadas dándome placer incondicional mientras compartíamos una línea de coca, tripeando que quizás esas escenas podrían ser la inspiración de algún pobre diablo más drogo y más "genio". que pudiera hacer de nuestos actos imaginarios una obra de arte digna de un premio. Algo así tipo 'Enter The Void (on budget)'.  Claro, eso nunca pasó. Lo más que pasaba era que algún pendejo contara, (entre joints, blunts y spliffs) una historia de 10 segundos en una hora, entreteniendo un público de quedados imaginando impactados cosas que probablemente nunca ocurrieron.



Los artistas-pintas generalmente suelen ser más agrandados y mediocres que aquellos que triunfan lamiendo botas y besando traseros. Están tan concentrados en su crecimeinto espíritual a través de ácidos, marihuana San Pedrana y drogas de nombres extraños que dejan la música en segundo plano. 
Por un tiempo yo mismo creí ser ese tipo de artista, pero cuanto más probaba, más caía en la cuenta que no estaba diseñado para las drogas y las drogas no estaban diseñadas para mí: lo único que lograba conseguir era paranoya y sueño.

Poco a poco fui sustituyendo los estupefacientes por el alcohol. Es barato, es fácil de conseguir y tengo muy buenas historias que empezaron con "una chela tipo tranqui" y terminaron con nuevas amistades, nuevas experiencias y excelentes anécdotas. Estoy seguro que he estado más cerca de tener a 2 mujeres dándome placer incondicionalmente con una botella de tequila que con una línea de coca.



Ahora, veo a todos los pintas, hablando de "darse un trip fresh", de probar X ó Y droga para aclarar la mente, de derretirse con hongos o fumar dui todos los días para vivir más tranquilo y me parece tan ridículo. Tan real y tan onírico que lo irónico es que, por lo que ellos se consideran diferentes, los hace iguales a un montón de idiotas. No me opongo pero no comparto.

Así que, lo más importante que aprendí de las drogas fue: ABSOLUTAMENTE NADA.





No hay comentarios:

Publicar un comentario

Dale, comentá sin pena