viernes, 5 de diciembre de 2014

El día que las drogas renunciaron de mí

Aún no estoy seguro si las drogas me despidieron o renunciaron. Se cansaron de trabajar arduamente en mi hipotálamo sin lograr resultados aparentes. Sin darme aquellos trips de los que pasara MESES presumiéndole a mis amigos quedados. 

Y es que para ser junkie, pinta o un simple marihuano tenes que recordar TANTÍSIMOS nombres de tantas drogas naturales y sintéticas de similar efecto, que pareciera casi más importante saber el nombre de lo que te estás metiendo que la sustancia en sí.



Cuando empecé en el rollo y caí en cuenta que en frente y al rededor mío había un mundo lleno de drogas, me sorprendía con facilidad saber que alguien ya había probado la marihuana u cualquier otra droga. Ahora me sorprenden las historias de sobriedad de aquellas personas que nunca en su vida han probado otra droga (más que la cafeína, el alcohol y los cigarros... O el Poder del Todopoderoso Cash Luna y sus noches de Sanación).

De haber un sindicato en mi mente, seguramente fuera uno de esos sindicatos culeros y obstinados en chingar con cualquier mierdita. Cualquier luz, cualquier sonido, cualquier sentimiento, cualquier presentimiento, pensamiento o estupidez que se cruzara en mi mente era razón más que suficiente para botar todo el Sistema. Si no recuerdo mal, algunos le llaman a eso "mal trip". Yo le denominé 'paranoya'.



Ese miedo de ser cachado por tus viejos, de ser vistos por la policía, de ser juzgados por los comensales del Food Court de Oakland Mall, de no estar tan pedo como los otros broders o de estar más pedo que tus broders. Ese bajón después de una fumigada épica, esa angustia después de cada papelito o esa electricidad incontenible después de cada línea es miedo. Quizás a no controlar el trip o a algo que nunca llegué a conocer.

Y si yo les contara cuánta chavita y chavito no me han dado "cátedras" de cómo ser drogo, bien podría escribir un libro e ir por todo el mundo dando conferencias sin tener la más puta idea de qué estoy hablando. Eso sí, contaría con el respaldo de un montón de idiotas que pensaran igual que yo (¡Hey! así como @crazyglorita) 



Pero fueron dos puntos los que me hicieron romper lazos con las drogas. 1) El PUTO bajón. Sí, yo sé que un par de chelas te da un sueño de la gran puta, pero, no tanto como una hot-box en el hoyo de la URL en plena clase de Pensamiento Ignaciano y Landivariano. ESO, sí es una auténtica hueva de muerte. 2) El costo beneficio. Con 54 varas puedo comprar 12 chelas e invitar hasta a 3 amigos mal-aguante igual que yo. Con 54 varas seguramente no podría comprar más que un par de gramos de "mal caldo sin mafufa" de algún pizado de la USAC. Probablemente algún otro tipo pinta con su suéter de lana que compró en Ati. No digamos lo que podría hacer con Q.100. Eso sin contar que no hay lugar como Bajo Fondo donde con cien, te tomás 6 chelas y tenés hasta la posibilidad de conectarte alguna gringa fea que le pareciste guapo solo porque creyó que tenías poppers en tu mochila. Un cienito es una broma en estos días (creo).

Y nunca falta aquel que se atreve a juzgarme por manejar ebrio. Y sí, he banqueteado 3 veces y casi me choco contra un árbol para este último Halloween de no ser por mi socio y amigo que me despertó casi un segundo antes que me subiera al arriate de San Cristóbal. Pero en mi defensa, creo que esos banquetazos y esas irresponsabilidades me han hecho una mejor persona. Dudo que una sobredosis sea una historia tan sencilla de contar. Además, el alcohol sigue siendo legal y sobornable. Las drogas siguen siendo ilegales, para bien o para mal



Ahora tengo la certeza que las drogas y yo nunca más volveremos a trabajar juntos. Es porbable que hagamos un freelance en alguna ocación de emergencia como un concierto de electrónica o una extraña experimentación con mi novia, pero nada más, Llegamos a tal punto de desacuerdo que hace 2 semanas rechacé un sweet joint en un hermoso ap de la Zona 10.

¡Salud!


jueves, 20 de noviembre de 2014

Yo he visto de todo, vos



Yo he visto de todo, vos. Me dijo mientras me lustraba el zapato izquierdo. 

Usualmente no lustro mis zapatos... O voy de saco y corbata, pero cuando me toca intento estar lo menos rascuache para pasar desapercibido. Fue uno de esos eventos a los que no quería ir. Me apuntaron con un arma metafórica. El proyectil era una llamada de atención y en ese entonces, ya estaba cansado de esquivar balas (regaños) al estilo Matrix.

Tres disparos al aire causaronel  revuelo de  las palomas del Parque Central.



Aquí solo plomazos es. Guateplomo debería llamarse. — Me dijo con una risita mientras agarraba pasta de lustrar haciendo pequeños círculos con su trapo.


No supe responder a eso así que solo me reí y asentí. "Jaja ¿Si vaa?".  Me sentía incómodo por estar sentado, viéndolo desde arriba mientras él se fajaba bajo el aplastante sol del medio día para lustrarme los zapatos por unos cuantos quetzales. Me parece incorrecto.


Notó que estaba incómodo. Imagino que al igual que los taxistas, no es normal que sus clientes se queden en silencio, aunque casi podría asegurar que no fui el primer cliente tímido que ha tenido. Sin importar mi silencio o incomodidad siguió hablando. 

— Esa fue de 9mm. Las nueve suenan TAC TAC TAC TAC. Ponele como que despiden un sonido que rebota más
— (ingenuo yo): Como... ¿Cómo que más seco?
— Ajá, cabal, con más eco.
—....
— Aquí te volves con expertiz para escuchar los plomazos. Así como las ¿cómo le llaman a estas? las AK-47, cuernos de chivo y armas de ese calibre sueltan en ráfaga. Se oyen como PRRRRRFFFF PRRRRFFF
— (ingenuo y mula yo): ¿Rifles de asalto decís vos?
— Ahí si que de todo. Para asaltos, o robar o para tronarse a la puerca...
— (intrigado): ¿Y cómo sabés tanto de eso?
— Ay papá. Si yo te contara todo lo que he vivido te sacara brillo... Sin mentirte, unas 10 veces ¡AL MENOS! 





Ahí fue donde soltó las riendas de sus memorias y empezó a contarme todo lo que ha vivido. Desde como nació en Chiquimula hasta como había terminado aquí en la ciudad. La tristeza de las historias nunca le quitaron la sonrisa de su cara ni la energía para lustrar zapatos. Él representaba el producto, residuo, diferencia y adición de esta ciudad. Todas sus historias llevaban la línea más vieja y complicada de la humanidad: el bien y el mal. Los actos buenos son por bondad y los actos malos a veces son por necesidad, rara vez es por maldad.

Me contó cuando se escondía en los matorrales para esconderse del Ejército y la Guerrilla, cargado aún en la espalda de su mamá. De cómo había muerto su hermano por una pulmonía. Su fe en Dios Todopoderoso. Sus golpes de suerte y sus "reality checks" que lo llevaron a respirar pegamento. Su servicio en La Escuela Politécnica y su hija en Estados Unidos. Me contó en una lustrada suficientes historias resumidas como para hacer un best seller latinoamericano.


Pero sí. Yo he visto de todo. vos. Lo más extraño fue una vez que regresé a Ipala, mi pueblo y aah... Sin darte casaca, la suegra de mi primo que también está allá en Los Ángeles, va de alegarme que porqué prendía los fósforos del final al principio [de derecha a izquierda] que los fósforos tenían que prenderse del principio al final [de izquierda a derecha] para que su llama alumbrara más y no se apagara. Esos son puros cuentos de vieja. Y estaba obsesionada con el fuego, solo con eso jodía. Ella decía que el fuego de las estufas no era fuego porque solo se miraba lo azulito y que eso no quemaba tanto como el fuego de antes. Que el fuego que quema es así como el amarillo. así como el sol por eso sus rayos queman y que por eso ahora los incendios los apagaban en dos cuentazos porque ya no era como antes. Vieja loca, en su tiempo ni fuego había y si había se han haber tardado como un mes para apagar los fuegos los pisaos. Y ponele, allá la estufa es para de dos sartenes, pero ella decía que si dejabas una olla de agua tapada no se gastaba el gas porque lo azul era la electricidad de la estufa. Osea ella decía que como estaba tapada la olla se quedaba ahí todo porque no salía el humito. Mi esposa ya como la gran, le tuvo que desconectar el gas y decir que se había terminado.




— ¿Y eso ha sido lo más raro que has visto?

Mmm... Como te digo. He visto de todo. Hasta como un charita se levantó a una del Instituto pero aah... Yo diría que... Lo más más calibre que vi fue una vez por el Congreso. Como ahí ya me conocen voy seguido a sacarle lustres a los iluestres lics. Una vez ya había terminado mi chance, estaba tranquilo el día entonces salí para ya irme de una vez a la casa porque tenía que ir al IGSS a ver a la que fue mi esposa. Todavía no habían Transmetro ni Transurbano, pura camioneta. Al ratito salió solo un lic bien trajeado hablando por teléfono. Pero que te digo, de eso fue cuando los celulares eran pero iiij puro block. Yo estaba en la esquina con mi caja esperando la camioneta en eso vi que un chavito, así chavito, no te ofendás, pero igual, así de pelo largo y todo lleno de aretes como que rockero, que cruzó la calle bien fuerte para llegar de una vez al lic. Yo digo que era un diputado el don del traje. Yo vi todo y hasta me sacaron en Al Día esa vez. me preguntaron que qué pensaba de la violencia y ¿qué iba a pensar? que está jodida, pues. La onda es que el chavito solo para hueviarle iba, el lic lo vio lo tiró contra el suelo y sacó un como revólver y empezó a gritarle de basura para arriba. El chavito drogado estaba, loco, se tropezaba cuando intentaba levantarse y el lic. JÁ! apuntándole con la pistolon y va de gritarle, va de gritarle, va de gritarle: que sí, que sos una M, caco maldito. El chavito seguro que para sacar algo de varandas para comer y comprar droga... Ellos porque no saben lo que es el hambre o el vicio.... Al poquito vi pasar a 3 gorilones corriendo hacia el ladrón.

Después se armó. Vino Los Bomberos, vino la policía, Telediario, Siglo 21, ¿Quién no vino? 
Chsshh ahí si me arralé un cacho porque el chavito, era chavito pues. Eso sí, no le quita lo caco, pero la mara siempre está "que sí, que se los echen, que solo para joder sirven" pero ¿Y si lo hubiera matado qué? Todos hubieran dicho "ah, es que ese diputado es una M, que no sirve, asesino, de todo". Como dicen: "ladrón que roba a ladrón..." pero ahí ¿Qué se podía hacer? Ni modo que si podía impedirlo el robo lo iba a hacer y el chavito tan mudo para ir a robar a la boca del lobo.

Lo que te digo es que nunca se queda bien con la gente. Que si le disparó, que porqué no le disparó, que porqué le robó, que porqué no se dejó robarse, que dónde estaba la policía y mira papá, yo te voy a decir la verdad: 
No importa lo que hagás, siempre va a haber algo que a alguien no le guste. Siempre van a estar inconformes porque muchos esperan que les solucionen el problema y las cosas no son de esa forma, la cosa es que VOS mismo tenes que mejorar y que no te importe lo que digan los demás.

Ahora yo ya he escuchado todo.



lunes, 3 de noviembre de 2014

'Freelancear' sin morir de hambre ni llorar (I)


Rebotando de chance en chance
Mi carrera laboral empezó a principios del 2010, cuando fui contratado por una pequeña agencia de publicidad que trabajaba con una cadena de cable en el interior del país. Mi labor era editar y corregir textos en una revista de política de baja circulación. Era un trabajo sencillo y fue ahí donde me dieron el mejor consejo para escribir "solo tenes que poner quién, cuándo, dónde, cómo y si podés pone por qué". Incluso llegué a co-escribir un artículo.





Después trabajé en una oficina gubernamental. En uno de los tantos Ministerios de este país donde nada funciona como se debe. Ha sido el trabajo mejor pagado, pero el más riguroso: camisa y pantalón formal, pelo corto, horario de entrada y salida, informes mensuales, burocracia para pagos y colas para entrar al baño. No todo era malo, el sexo era bueno y abundante — Sobre todo para aquellos que lo buscaban—. Mi contrato terminó y me lancé a buscar trabajo una vez más.



Encontré un trabajo en otra agencia pequeña. Era un trabajo aburrido. Sólo estuve un mes, ni ellos me querían allí ni yo quería estar ahí. En poco tiempo reboté a otro trabajo. Una supuesta corporación donde mi jefa era una compañera de la Universidad. Impostores totales, endeudados y malas personas. Ha sido de los peores trabajos por los que he pasado y por si fuera poco, quedaron debiéndome, pero nunca les cobré. Me daba pena cobrarle a personas que estaban más fregadas que yo. Al final, la empresa quebró poco después que me auto-despidiera.


Empecé mis primeros gigs como freelancer sin mucho éxito. Encontré otro trabajo 3 meses después. Era una agencia de Cuentas Clave de la Cervecería Centro Americana. Fue donde más aprendí. Era un trabajo duro pero satisfactorio cada vez que aprobaban un diseño. Estuve 6 meses hasta que me despidieron. Me hicieron creer que fue por incompetente, pero fue porque no podían seguir pagándome. Afortunadamente, 2 días después de ser despedido fui llamado a una agencia digital en la zona 14. Estuve ahí 10 meses, hasta que nos despidieron masivamente porque vendieron la empresa. Y porque mi ex-jefa es judía.



Estaba harto de los jefes, las rutinas, el tráfico y los trastecitos plásticos que guardaban como un templo el tesoro de mi almuerzo. Necesitaba 'freelancear' y lo necesitaba pronto, me estaba quedando sin dinero para las cervezas del fin de semana.


martes, 14 de octubre de 2014

Celebramos el cumpleaños de un amigo saboteando al mago Andy Andini (II)

— ¿Por qué no podemos tener amigas? - preguntó 'birthday boy'.
— Yo ofrecí que les traía cochofles hoy, pero no quisieron - contesté ingenuamente, pensando que querían auténtica y vulgar pussy.
— No, pero AMIGAS AMIGAS. - continuó
— ¿Amigas del grupo? - Me pareció algo disfuncional
— ¡Ajá! Sí, amigas, no (con todo respeto) tus wisas de Villa Nueva.
— No podemos tener amigas, porque más de alguien se la terminará chimando... O peor aún, enamorando. - opinó el tercero.



Completamente cierto. Eso, sin contar que somos un diverso grupo de individuos que discute sobre películas donde aparecen chichotas, video juegos masacre, música electrónica apta para drogas, carros de lujo que hemos visto en las películas masacre con chichotas (o pornografía bizarra en mi caso). Y todo ocurre mientras bebemos hasta sentirnos suficientemente avergonzados (o necios en mi caso).

La corriente de la plática se fue hacia otro tema trivial. Beer's just kicking in, la música es buena y el ambiente relajado. Aparece uno más y se llena la mesa. Voy al baño. Orino viendo hacia arriba y sonrío al ver:

BEACH BUMS
by Jason Ellis




Seguimos atacando los picheles de cerveza. De pronto, casi de la nada, una mujer en lo peor de sus veintes nos interrumpe. Nos pide que la disculpemos a ella y su acompañante entrado en años por ser tan shutes, solo quieren sentarse en nuestra mesa por un rato y conversar. Todas las miradas se cruzan sorprendidas y escépticas a lo largo de la mesa. Sentí miedo y fascinación. Nos organizamos y apretujamos para caber todos en la mesa plástica regaladas por la Gallo.

Amaranta, la mujer en lo peor de sus 20s, rompe el hielo regalándonos un shot de tequila a cada uno. No oponemos resistencia. Al poco tiempo aparece un treintañero de bigote espeso e ideas aguadas. Un pseudo-pensador, posible trabajador del gobierno y terrible filósofo. Acapara toda la atención, comienza a hablar sobre el tiempo y el espacio de una manera tan poco convincente que mejor reviso mi Timeline de Twitter.

Amaranta resulta ser Cristina según su tarjeta de crédito. Las cosas empiezan a ponerse tensas poco a poco cuando el señor sentado a mi lado nos revela su identidad: el Mago Andi Andini, desde Paraguay — Jm, cool, un cumpleaños con mago—.


Cristina, conocida también como Amaranta desaparece de la escena. el Mago Andi Andini sigue haciendo trucos con pitas. Realmente MUY buenos trucos. El pensador se retira. El Mago Andi Andini queda solo en la mesa con un grupo de individuos que discuten sobre películas donde aparecen chichotas, video juegos masacre, música electrónica apta para drogas, carros de lujo que también visto en las películas masacre con chichotas y pornografía bizarra.

Alguien ve a Cristina hablando con el policía del parqueo. Voy al baño otra vez y ya no veo tan contento los hermosos traseros de la foto que Jason Ellis tomó posiblemente en los 90's, pues siento desconfianza y paranoya. Afortunadamente, soy el peor objetivo de la mesa; es más, si quisieran secuestrarme, tuviera que pedirle prestado a los secuestradores 40 varas: 30 para la gas y 10 para una recarga del cel.



El Mago Andi Andini hace un experimento, pero lo saboteamos porque queremos irnos. El Mago Andi Andini hace un truco más, Realmente muy bueno. Cristina y el pensador vuelven a aprecer. Empiezan a preguntar discretamente información privada. Nos despedimos rápidamente y el Mago Andi Andini hace un truco que nunca antes había hecho antes: dar miedo a una pequeña multitud. Quizás no fue su intención, pero en tiempos de ébola, miedo y paranoya, que una desequilibrada mental, un mago reconocido y un "filósofo" se lleguen a sentar a tu mesa, suena más a truco para robar que para entretener. Es una lástima que sea tan difícil conocer personas nuevas en esta ciudad.


En el camino de regreso a mi casa extrañé a México. ¿Qué estará haciendo la wera del pub y mi amigo al que le invité una cerveza en aquel OXXO?

Celebramos el cumpleaños de un amigo saboteando al mago Andy Andini (I)



Fue un domingo el último día que estuve en el D.F.  Lo recuerdo bien porque el día anterior fue de los pocos sábados que me quedé guardado; sin salir. Estaba tan agorado de pasear por la mosntruosa ciudad que me quedé dormido al rededor de las 11 de la noche intentando encontrar una película porno en el cable mexicano. 

No quería desperdiciar mi útlimo día en la intermiable metrópoli mexicana. El hotel tenía wi-fi pero sólo en la recepción era buena la señal. Como pude, me acomodé a lado del elevador rosado y después de unos cuántos googlazos encontré que King's Pub era un bar súper chido, way. Me bañé por segunda vez en el día. Me puse una camisa de botones, esperé a que se secara mi cabeza y puse el mapa para llegar al bar. En las 12 cuadras de recorrido encontré muchos otros bares con mexicanos demasiado intimidantes para ser posibles hipsters. 



Debo concederle a los mexicanos que el Distrito es una ciudad MUY segura (comparada con Guate). El único susto que tuve fue el de una rata que salió de una montaña de basura a la par de uno de los miles de OXXO's que hay desperdigados por todos lados. Al fin llegué. Me registraron en la entrada, igual que como lo hacen el Riley's en La Antigua en El Monumentan en la zona 1.

Recuerdo que los domingos eran domingos de reggae. El bar estaba bastante vacío, tal como me gustan. Enté y me senté en la barra. Pedí una cerveza premium para empezar. Luego pedí un trago preparado que nunca en mi vida había visto. No habrá pasado mucho tiempo cuando una hermosa werita cruzó la puerta. Se fue hacia el otro extremo de la barra y empezó a fumar sus Marlboros cigarros. No sabía que se pedía fumar. Ordené unos cigarros. Mi primera intención fue exigir mis Payasos Cero Grados After Hours, pero estaba lo suficientemente sobrio para notar que estaba en tierras extrañas. El bartender me ofreció Marlboros blancos y Marlboros rojos. Tuve la intención de pedir los blancos, pero terminé escogiendo los rojos. Temía que los blancos fueran para gays o adolescentes. No podía fallar con los rojos, hasta los vaqueros los fuman.



Me fui al otro extrema de la barra y me senté a 2 banquitos de donde estaba ella. Por mucho tiempo recordé su nombre, ahora no recuerdo ni su cara. Entablamos conversación. Era desempleada y estilista. Vivía sola, su madre era dueña de locales y vivían de la renta de los mismos. Estaba ese día para ver a su amigo de la banda. Posiblemente el pobre diablo con "dreadlocks". Me invitó a su depa pero rechacé la oferta, no quería ser la tercera rueda. Además, mi avión partía hacia Guatemala a las 10 am y entraba a trabajar después de almuerzo. De haber sabido que ese mismo día me despiden, ni me hubiera tomado la molestia de asomarme a la oficina. Judíos al final de cuentas...

Me fui del bar, borracho y con la mente fuera de mi cabeza. Me perdí. Di 3 vueltas a un redondel, digo, glorieta hasta dar un OXXO un poco más adelante Invité a otro borracho a una Tecate. Estaba fascinado lo fácil que era hablar con las personas en México, ya sea para conectar o para platicar sobre el petróleo en México a las 2 de la mañana sobre La Reforma.








jueves, 2 de octubre de 2014

Amándote en privado

Estaba sentada con la pierna cruzada, recostada en el respaldo de la silla. Miraba hacia abajo. Tenía una mano sobre su abdómen y otra a la altura de su boca sosteniendo un cigarro. Llevaba un vestido amarillo tallado a la perfección. La luz asimétrica iluminaba su rostro, su cabello y su boca; angelical. Suspira. Parece desesperada; empieza a mover su pie ansiosamente. Está sola. Exhala el humo hacia arriba, hacia la nada. 

Por atrás se acerca un hombre de traje gris. Su rostro se ilumina más. Sonríe. Se pone de pié y lo abraza. Él coloca coloca gentilmente sus manos de hombre sobre su suave rostro. La ve a los ojos y le dice algo tierno. Ella se derrite. Se besan intensamente... Y mientras el tiempo sigue en moción suspendida para los enamorados, un bolo lleva media hora cagando en el baño y los meseros llevan bandejas con whiskys triples. El Serrucho sigue sonando. Alguien suelta una carcajada en el fondo y nosotros seguimos hablando de cómo el ébola es el principio de The Walking Dead.



Doy un trago grande a mi vodka con jugo de naranja y sonrío de lado. Recordé aquellos días cuando unos besos me cortaban la respiración. Cuando hasta el poema más cursi encarnaba en el 'amor de mi vida'. El tema cambia. Alguien menciona que tengo un blog y que los pelo en este. Si supieran que ya no sé que inventarme. La vida es aburrida como freelance. Ya no sé que escribir. Quisiera levantarme e interrumpir su beso para decirles que el amor es etéreo, pero no lo hago; sigo con mi vodka.

Me aturde ya no saber qué escribir. Estoy desparramado sobre mi silla destartalada pensando qué escribir. Un año después de mi última ruptura de corazón pareciera que mi lapicero no tiene tinta y que mi hoja en blanco no tiene fin. No escribo nada.



Desatapo un octavo. Veo Ren y Stimpy. La nostalgia me venció. Suspiré. Abro una cerveza y le di volúmen a Bronco (igual que hace un año)...  Recuerdo a los enamorados. Me recuerdo enamorado. La nostalgia me vence nuevamente. No importa, mañana parto hacia El Lago. Ojalá un año atrás hubiera hecho lo mismo.

"No hay corazón, corazón, corazón que aguante" —  Dice Guadalupe —Yo sigo desparramado sosteniendo la lata en la mano— "y el mío ya se me parte". Entiendo a Guadalupe. Lo entendí hace un año exactamente cuando nunca pensé que algún día tu me pagarías con una traición. Entendí el sufrimiento de su pérdida. Su llanto de tristeza por amor y su enojo por una traición. Entra tantas canciones está la historia de amor de todo hombre; de cualquier hombre sin importar su status social, condición económica o apariencia.



Pero no todo es desamor para Guadalupe, el Pony Choche y sus amigos Broncos. Ellos saben lo que es querer a una mujer, perder la razón por su musa, desearla e (intentar) hacer arte inspirada en ella. Pareciera que  el amor es para todos la mimsa mierda vista con ojos diferentes.

Siguen besándose en una esquina aleajdos del ruid. Me desagradan. Me dan asco. Me parece de mal gusto, pero no digo nada. Me contengo, Me pongo en sus zapatos. Me recuerdo enamorado, colgado de un huevo, sin razón o corazón. Me desparramo más sobre mi silla. Ahora estoy más ebrio. Pienso en qué escribir y sólo puedo pensar:



ÁMENSE EN PRIVADO, donde su olor sea el único aroma que importa; su voz la única guía y su tacto el cariño más grande de la habiración. Ámense en privado donde su presencia sea la máxima expersión cursilería y su deseo el máximo culto a la perversión. Ámense en privado donde el perdón sea la máxima expresión de amor.

Me caí de la silla y sigo sin saber qué escribir. Escribí esto.




jueves, 25 de septiembre de 2014

Lo que aprendí de las drogas

Mis días de completo pinta quedaron atrás el día que me robaron (por tercera vez ese año) una mochila creyendo que había una laptop en ella. La verdad es que solo habían cuadernos garabateados y una especie de pipa hecha de bambú con una pizca de vitamina W. Esa pipa había sido el regalo de un amigo tribulado que me enseñó cómo fumar en tercero básico. "Va, es como que si te fueras a meter a la piscina pero en vez de jalar aire, jalás el humo" — Me dijo a mí y mi amigo en medio de un pastizal al fondo de un barranco. De vez en cuando extraño ese barranco. Fue un poco antes que cada colonia se creyera La Cañada por ponerle una garita, un muro en cada salida y una fachada de piedra haciéndose pasar por "residenciales". Era nuestro propio paraíso casi-escondido. Otras personas lo usaban para tener sexo al aire libre. Me hubiera encantado haberlo puesto en práctica pero en aquel entonces, el sexo para mi era un mito.



No fue hasta en la U cuando empecé a convivir con verdaderos pintas. Gente vistiendo a diario suéteres de lana y gorritos rastafaris. Estudiantes hablando de bongs y chavas intercambiando blows por ácidos. Era como si alfin hubiese desbloqueado el nivel secreto de un videojuego con la excepción que esto era real. Tan real y tan onírico (o irónico) que muchas veces terminaba mezclando lo real con lo imaginario haciéndome un completo quedado con la estúpida risa de marihuanos que tanto llegué a odiar.

Me gustaba el hecho de sentirme como la juventud americana perdida, viviendo en el tercer mundo, utilizando las drogas recreativas como medio de expresión y escape a los pequeños problemas que no queríamos entender o resolver. Influenciados por películas, libros y letras extranjeras. Compartiendo pensamientos de grandes comerciantes populares como Bob Marley o Kurt Cobain. "No mano, yo vivo tan tostado que las gotas y no me hacen nada. Además entiendo mejor las clases así" — Nunca más volví a ver esa mente brillante por los pasillos de la U.



Me pareció como si hubiera una competencia silenciosa entre los pseudo-junkies para ver quién compraba y probaba la mejor droga. Quién tenía el mejor trip, quién alucinaba más fuerte, quién era más drogo... "A LA VER-GA CEROTE, me dí un Hoffman y SIN PAJAS, tripié que el espejo eran gotas de mercurio que se chorreaban y dejaban manchas de color en el piso". Era estúpido, pero al mismo tiempo YO quería vivir esas historias. Historias como la del espejo o la de lagartijas gigantes flotando sobre el lago. Cada historia era tan fácil de inventar que muchas veces no sabía si estaba fingiendo el trip para encajar en un grupo de desadaptados o si en verdad alucinaban con cosas tan estúpidas como surfistas desplazándose por una cortina blanca o mantequilla transformándose en barcos de papel.

Más que nada, quería esa vida loca de desenfrenos y mujeres tatuadas dándome placer incondicional mientras compartíamos una línea de coca, tripeando que quizás esas escenas podrían ser la inspiración de algún pobre diablo más drogo y más "genio". que pudiera hacer de nuestos actos imaginarios una obra de arte digna de un premio. Algo así tipo 'Enter The Void (on budget)'.  Claro, eso nunca pasó. Lo más que pasaba era que algún pendejo contara, (entre joints, blunts y spliffs) una historia de 10 segundos en una hora, entreteniendo un público de quedados imaginando impactados cosas que probablemente nunca ocurrieron.



Los artistas-pintas generalmente suelen ser más agrandados y mediocres que aquellos que triunfan lamiendo botas y besando traseros. Están tan concentrados en su crecimeinto espíritual a través de ácidos, marihuana San Pedrana y drogas de nombres extraños que dejan la música en segundo plano. 
Por un tiempo yo mismo creí ser ese tipo de artista, pero cuanto más probaba, más caía en la cuenta que no estaba diseñado para las drogas y las drogas no estaban diseñadas para mí: lo único que lograba conseguir era paranoya y sueño.

Poco a poco fui sustituyendo los estupefacientes por el alcohol. Es barato, es fácil de conseguir y tengo muy buenas historias que empezaron con "una chela tipo tranqui" y terminaron con nuevas amistades, nuevas experiencias y excelentes anécdotas. Estoy seguro que he estado más cerca de tener a 2 mujeres dándome placer incondicionalmente con una botella de tequila que con una línea de coca.



Ahora, veo a todos los pintas, hablando de "darse un trip fresh", de probar X ó Y droga para aclarar la mente, de derretirse con hongos o fumar dui todos los días para vivir más tranquilo y me parece tan ridículo. Tan real y tan onírico que lo irónico es que, por lo que ellos se consideran diferentes, los hace iguales a un montón de idiotas. No me opongo pero no comparto.

Así que, lo más importante que aprendí de las drogas fue: ABSOLUTAMENTE NADA.





sábado, 6 de septiembre de 2014

Fotos mías enseñando piel, complétamente en bolas

¿Me querían ver desnudo, verdad?




Al fondo me pueden ver a mí sin camisa, enseñando piel. Las fotos adentro de las bolas son completamente mías (las tomé entre el 2010 y 2014). 

Enjoy!

martes, 26 de agosto de 2014

Podría ser peor: acoso de mujeres

Hace poco leí una columna de una periodista digital inspirada en la columna de otra periodista que hablaba sobre el acoso hacia las mujeres.

"Si usted se siente ofendido solo con leer el título (Mamita, que rica tu pusa), imagínese que se lo griten por la calle cuando va caminando. También imagine que esto se lo dicen casi a diario, acompañado de uno que otro chiflido y una mirada acosadora. Ahora bien, si usted es mujer no se imagine nada porque seguramente lo vive en carne propia."



El artículo comienza AFIRMANDO que sólo las mujeres saben lo que es el acoso en las calles. Mientras me bañaba y decidía si usar el acondicionador del gran bote morado con un canguro culero pintado enfrente o el de un frasquito verde con una chava medio en bolas enseñando la chilaca depilada, me puse a pensar en lo ofendido que me sentiría si fuera como las feministas —quienes probablemente ya me odian en este momento— que se alteran cuando se les invisibiliza, voluntaria e involuntariamente.

Podría sentirme ofendido, pues imagino que uno que otro mula al igual que yo, hemos recibido acosos en la calle o en el trabajo. Claro, no me siento ofendido primero, porque me pela metafóricamente la verga y segundo, porque trato de ver la objetividad al asunto, no solo la gana de alegar y satanizar a todas los del sexo opuesto que justas pagan por pecadoras.

Recuerdo una vez que me "acosaron", confundiéndome con mujer. Iba manejando muy despacio desde la gasolinera hacia mi casa con la llanta pinchada (nunca aprendí como cambiar una de esas mierdas). Mis lentes oscuros puestos y la ventana abajo. Un grupo de jardineros que caminaban del otro lado de la calle me lanzaron un chiflido y un piropo que no alcancé a escuchar. Al principio me sentí sorprendido, mi corazón dio un latido rápido, como una patada eléctirca e inmediatamente sentí recorrer en todo mi cuerpo el enojo que muchas mujeres afirman haber sentido alguna vez. Reaccioné en un segundo y me tranquilicé en otro. Tenía claro que era lo que debía hacer ahora: aplicar el elemento sorpresa. Lo que esos jardineros querían era atención. Alguien que les correspondiera sus piropo, y eso era justo lo que estaba por hacer.  Así que, pisé el freno a fondo. Retrocedí. Me quité los lentes oscuros y les lancé un beso soplado desde la palma de mi mano más un guiño de ojo. Se quedaron inmóbiles. Como estátuas sorprendidas y avergonzadas. Vi por el retrovisor como uno de ellos se rascaba la cabeza y se reía de la situación.



"Puta, pero vos Speedy también tu madre. Si vos parecés puro culito desde atrás. Con ese tu pelo y esa cinturita ¿quién no te va a confundir con chava?"  Tenía un buen punto mi amigo en decirme eso. Me toman por mujer muchas veces culpa de mi pelo. Otras veces me dicen que parezco pura mujer porque no puedo abrir mi botella de cerveza o cambiar una llanta. Naturalmente, una feministra se sentiría ofendida por ser menos (independiente) que un hombre. Yo, por el contrario, me siento aliviado no tener que gastar mis pocas fuerzas en aflojar unos chuchos o destapar una botella si sé que alguien más lo puede hacer por mí (y sé por buenas fuentas que inumerables mujeres opinan lo mismo). Básicamente vivo con los beneficios de ambos mundos: me ahorro las labores pesadas y orino en la calle cuando quiera. Sin embargo, ser hombre no me esvitó ser acosado en la calle.

"Ustedes los hombres ¿de qué se quejan si les encanta cuando los sobijeamos o les hablamos sucio?. A mí me toca soportar a mi jefe y ush... Que asco ese cerote. Viejo sucio."  Tal parece que si una compañera de trabajo intenta quitarte el cincho enfrente de toda la ofincia está bien, porque solo es jugando y porque a nosotros nos gusta ser tocados por cualquier mujer, sin importar que odiemos que invadan nuestro espacio personal o que la mujer que nos esté tocando sea una gorda fea que desearías ni tenerla a la vista.



Que no se me malinterpete. Estoy consciente que es un tema delicado para las mujeres. Imagino que no ha de ser chingadera que todos los días te estén gritando piropos elaborados como Santo niño de Atocha, que me atasque con esa panocha, Quisiera ser Baygón para rociarte toda la cuca o algo tradicional como Bonito saldrían los patojos. Pero hay que entender que los autores e intérpretes de estos piropos, son indígenas citadinos con menos clase que escuela en día de feriado, con esposas más feas que la diarrea en un viaje de 8 horas y con el único anhelo de encontrar una mujer como la de Nuestro Diario con gusto por los tipos morenos y chaparritos chorreados de pintura.

Pero podría ser peor. Siempre podría ser peor. Podría haber un doctor guapísimo gritándoles "vaca asquerosa, ojalá que te chupe una fosa" aunque se vean lindísimas.  O que se arreglen por horas y nadie les diga lo hermosa que se ven ese día ignorándolas por completo, sobre todos si es uno de esos días que tienen baja autoestima y NECESITAN con urgencia captar esa atención masculina. O podría ser tan malo como un guardia de seguridad VOMITANDO sin parar del asco que le produce al verlas en esos brillantes tacones rojos combinados con esos sexies jeans levanta pompis bajo esa blusita pegada que deja ver el ombligo... Le produce TANTO asco que grita "¡que fea estás!" antes de volarse los cesos con su escopeta frente a todos para no tener que pensar más en ese olor a perfume caro y en ese pelo rizado sacado de revista que muchos hombres solo podemos anhelar en los mejores sueños húmedos.

lunes, 4 de agosto de 2014

Si me hubiera suicidado



Fue un día de junio que pensé seriamente en suicidarme. Me refiero a un verdadero suicidio, no una amenza para llamar la atención o una excusa válida para andar de drogo. Un suicidio real, con sangre, sanguchitos de funeral y una carga psicológica de culpa irremediable para mis viejos. Hasta busqué en Google un "how to".  Me dio hueva leer tanto sobre pastillas, venenos y nudos que mejor me puse a ver un video porky. Si no me iba ahorcar del techo saltando desde una silla, por lo menos iba a ahorcar el ganso con un video porno guatemalteco que recién había encontrado navegando en la deep web.

Las paredes de block pintadas de amarillo, el piso cerámico blanco y un póster desteñido de Winnie Pooh con una cita bíblica tiraban a todas luces que era Guatemala. Probablemente un lugar afuera de la ciudad o una zona marginal. En primer plano había una cama llena de peluches y una silla. El video duraba apenas 6 minutos, así que decidí darle una oportunidad. En ese pequeño cuarto habían 3 personas, el que filmaba, una prostituta y un travesti con pechos de mujer pero paquete de hombre. La prostituta (panzona y desnuda) amarra, latiga y nalgea a su cliente. Insistía en que le iban a dar rico por ese culito. Para ese entonces no deseaba otra cosa más que el video terminara. Me quedé con la mano entre los bóxers, boquiabierto viendo lo que pasaba en el video. Estaba tan intrigado que tuve que sacarme las manos de entre mis pantalones y ponerlas debajo de mi barbilla. Estaba impactado. La tercera persona, quien filmaba solo se reía. El travesti cubierto en cuero gritaba de dolor y placer con cada pesa que le colgaban de sus pezones. El video termina inconcluso. Para ser un video porno, dejó mucho a la imaginación.



Fui a trabajar triste al día siguiente. Suspiraba en cada alto. Odiaba la vida, el tráfico, la rutina, esta puta ciudad, la falta de sexo y fracasos, las envidias y los sucesos me daban más ganas de suicidarme. Saltar de un puente (quizás dos para estar seguro), tomar un coctel de cloro con Racumín, estrellarme contra un trailer, meterme en el Gallito, lo que fuera con tal de desprenderme de toda existencia, pasar a ser parte de las estadísticas y las historias fallidas. Desaparecer. 

Sin embargo, no dejaba de pensar lo simple que era suicidarse. Lo frágil que es la vida y tantas cosas que te pueden matar: un cuchillo, pipí de rata en una lata, una descarga eléctrica, un ataque al corazón, el piquete de un zancudo, una podadora de césped, una nuez, tu suegra... Suiciadrse es muy fácil y muy egoísta. Suicidarse debería ser algo de honor kamikaze. Algo que no cualquiera pudiera hacer. La parte complicada no es tomar el valor para hacerlo, eso es como quitarse un pellejito. La parte difícil es llenar el vacío que queda después de la muerte. Lo menos que un suicida podría hacer es comprar un ataúd a precios de muerte. Como si no fuera suficiente para los demás tener que lidiar con la culpa y el vacío, sino también con todos los gastos de un velorio.



Salí a tomar el viernes y el sábado como cualquier otro fin de semana. Me junté con uno de esos amigos chingones. Esos que siempre andan de buen humor y han vivido tanto como han cogido. Había llegado con 3 amigas, dos de ellas eran gemelas. Muy guapas todas. Este mi amigo, las había conocido en una gasolinera hacía 2 semanas cuando el novio de una de ellas se peleaba con el guardia de seguridad porque —supuestamente — le había tocado una nalga al salir de la tienda. Al parecer fue un mal entendido, ella iba demasiado drogada en pepas como para recordarlo, pero quien le tocó el trasero fue su amiga con la bolsa de cerveza al salir y el guardia lo único que hizo fue abrir la puerta. La cámara de seguridad lo reveló todo. Las otras 2 amigas no hicieron nada. Él separó al guardia de seguridad y a Ricky, su nuevo cuate desde hacía 2 semanas y novio de una de las gemelas. Ricky lo invitó a una fiesta después del incidente de la gasolinera donde tomó hasta doblar. Hay fotos que lo prueban.

Sus historias siempre me suben el ánimo. Algunas son muy intensas y con posibles consecuencias serias. A pesar de eso, me arrepiento no aceptar todas las invitaciones que me hace pues pudiera ser parte de ese caos que lleva consigo. Deja una huella de acción por donde pasa. Como la vez que me contó su chingadera en un bar de narcos de la zona 10 y terminó peléandose con los meseros y la PNC. Lo llevaron a Tribunales. Salió de la carceleta a las 4am, regresó a su casa y fue a trabajar así al día siguiente. Él seguía tomando como si nada y yo ya sentía que las paredes van y venían de derecha a izquierda. Me levanté de la mesa, fui a la barra para pedir una bebida energizante. Una de sus amigas se acercó a mí. Tenía ese look rockero-sweet. La oveja negra posiblemente. Ojos delineados de negro, pelo negro brillante, tank top, pantalones de cuero y Converse. Me pidió una lata de lo que yo estaba tomando. Le regalé una. Me pidió que la acompañara al baño. La acompañé hasta la puerta. Me pidió que la esperara. La esperé. Salió del baño, se acecró a mí, me besó, me pegó contra la pared, los 2 sosteniendo nuestras latas, me agarro entre las piernas y se fue.




Al salir del bar, le conté a mi amigo sobre mi encuentro afuera del baño. Me advirtió que tuviera cuidado con ella, su ex-novio era un maníatico celoso y le gustaba ir de putas. Pasamos a Taco Bell. Me sentía cansado pero contento. Me regalaron un burrito extra porque se habían equivocado en la orden. Ya eran las 3 de la mañana, la hora de satán y de los borrachos. Sobre el boulevard Los Próceres un carro se pasa en rojo, frena a fondo y se estrella contra un poste. Vi hacia ambos lados y me fui.

Regresé a mi casa. Borracho. Caliente. Contento. Lleno de vida. Revisé mi computadora para ver si las descargas ya estaban listas. Lo primero que me apareció al abrirla fue el sitio con fomras de suicidio. Vi los comentarios sobre los artículos de suicidio con armas de fuego. La mayoría eran de hombres frustrados. Tristes. Sin importancia. Una mancha de sangre más en el piso. Otra muerte desapercibida. Otra bala desperdiciada. El suicidio dejó de parecerme una opción. Me pareció más una moda para parecer interesante. Como tatuarse, ser gay o activista sin visión. Si pudieramos matarnos 2 veces habrían imbéciles que harían del suicidio una forma de vida. 

Vivir es suicidarse a largo plazo.


jueves, 24 de julio de 2014

Viviendo el sueño (VI)

Regresamos al hotel. Entramos a la habitación e inmediatamente sentí el olor a húmedo, característico de toda habitación barata. La soberana TV de hace 15 años colgada en la pared. Las sábanas amarillentas convertidas en cortinas. El cloro del baño y las camas abusadas por fornicadores europeos con nuestras mochilas encima seguían intactas, como una fotografía sin valor. Los ojos me pesaban y lo único que quería era dormir. Escogí la primera cama, la que estaba más cerca de la ventana pues la oscuridad es una de las innumerables cosas que me aterran. Como plan de contingencia, dormí con el teléfono bajo la almohada (nunca se sabe cuando el pánico puede volverse real). Me tiré boca abajo sobre la cama. La habitación giraba. Prendieron un spliff. Lo supe por el olor a tabaco. Ritmoson era mi música de fondo; mi lanchita de madera celeste despintada que me llevaba en olas tan suaves como las que deja mi remo cuando me impulso para llegar a la orilla del lago. Regreso a la habitación. Siguen fumando pero ya no hablan de nada, solo ven a Inna hacer lo suyo. Probablemente la desean, o al menos desearían agarrarse el paquete. Me doy vuelta, me rasco una nalga y me voy en olas hasta quedar profundamente dormido.


martes, 1 de julio de 2014

Viviendo el sueño (V)

Cuando recién llegamos al pueblo, nos la llevamos un rato de mochileros-europeos. Como si realmente no nos importara dormir en una cama de 10 quetzales al ras del suelo porque nuestra búsqueda espiritual era más grande que cualquier obstáculo terrenal. Tampoco éramos turistas gringos, todos viejos, excéntricos, arrugados y retirados; con dinero suficiente para recorrer el mundo a nuestras anchas sin pena, hospedándonos en los mejores hoteles y hartándonos de las mejores comidas. No. Éramos turistas de ciudad. Con un presupuesto limitado y con toneladas de responsabilidades a tan solo 300 kilómetros del pan de banana aunque fuéramos un grupo perdedores desempleados sin gracia ni talento.

De primero elegimos un hotel atendido por un señor indígena. Mala decisión. El hotel cerraba a las 11 de la noche y nunca nos hubiéramos enterado de no ser por el hermano de Selvin. Fue una pérdida de dinero. Los intentos de negociación con él fueron tan inútiles como los Acuerdos de Paz. Era un doncito ya entrado en edad quien nos atendió: era terco y bastante amargado. Enojado y sin ganas de vender ni de entender razones. Nos trataba como enemigo aunque fuéramos los únicos clientes del hotel. —Ustedes niños caprichosos, lo quieren todo su manera y su  gota del hotel ya está pagada pues, aja… Y eso ya una vez que ustedes me contractaron ya no se puede dar paso atrás por lo establecido — Pudo habernos dicho de todo, insultado con las peores palabras, con las palabras más ofensivas jamás escritas por los pandilleros del lago, pero Dios me guarde, ampare y proteja si le digo “indio” más un adjetivo calificativo. Al final conseguimos que nos devolviera la mitad de nuestro dinero. A la vuelta de la esquina, frente una carreta de pollo frito nadando en aceite reciclado encontramos un mejor hotel al mismo precio.

Todavía me acuerdo cuando viví aquí, vos— Me dijo Serch con tono somnoliento después de ponerse la mejor ropa pinta para encajar con el resto de pseudo hippies que pululaban por todo el pueblo. —Aquí no es como en la capital. Aquí nadie te chinga. ¿Ya ves? Ando descalzo y aquí la mara como si nada— Tenía razón. Aún recuerdo lo impactante que fue ver a un ridículo sin camisa correr por toda La Reforma. —Si te fijás, la gente anda fumigando tranquila por todo el lago y la policía no les dice nada. No chinga. Como no se arman vergueos, todos tranquilos porque tpdos se conocen entre todos— Serch era una de esas personas interesantes durante los primeros 10 minutos. Luego, tanto dato y tanta sabiduría, aturde hasta el más paciente de los broders.

Tuvo la oportunidad de conocer Alemania gracias a una enamorada que lo marcó de por vida. Uno de esos amores que no se superan ni por más agarres o chimes que se tengan. Una de esas traídas que SIEMPRE recordás en cualquier borrachera de banqueta. Y junto con los recuerdos de la alemana siempre vienen acompañados las infinitas memorias de la vida cosmopolita en Berlín y la comparación entre los 2 países, además de una extensa lista de soluciones que él le impusiera a nuestro gobierno para reducir la brecha cultural de 30 años luz a tan sólo 5. Alemania es algo que nunca faltará en su repertorio de conversaciones.


Seguía hablando de las esculturas en Alemania, de los museos inimaginables y de la roca de 8 metros donde se tiró al lago la última vez. Hablaba mezclado, lleno de propiedad y un toque de soberbia sobre San Pedro La Laguna y Berlín. Datos, hechos, fechas históricas y relatos de su vida pasada llenaban el silencio apaciguado de algunas calles. Al fin le pregunté ‘Vos y… ¿Cuánto tiempo viviste aquí en San Pedro?’
—Ah, dejame ver… Como una semana, más o menos— UNA SEMANA. ¡UNA SEMANA! ¡UNA PUTA SEMANA! Me sentí estafado. Si estar una semana en otro lugar es vivir, díganme ‘el gringo guanaco’.

jueves, 26 de junio de 2014

Viviendo el sueño (IV)

Suficientes litros. Al fin nos pusimos en marcha hacia el bar donde Selvin trabaja. Era el  bar de unos italianos. Los italianos le habían dado la oportunidad de tener un trabajo decente, como mesero. Así fue como dejó de parchar para tener una vida tranquila en aquella villa.

Siempre que me cuentan del italiano redentor, no puedo imaginarlo de otra forma más que como un extravagante lunático que huyó del primer mundo con la emoción de encontrar en su mente, con ayuda de las drogas, lo que tanto buscó en Italia y al fin lo encontró en el culo del mundo comercial. Se me hace una figura alta y calva, sin zapatos, únicamente con una túnica blanca predicando PLUR por todo el pueblo. Cuando escucho la historia de cómo Selvin se estableció en San Pedro gracias al italiano, siempre trato de imaginar cómo fue el día en que encontró a Selvin y a su novia, la ‘Vaquerita’, sentados en la orilla de la calle que desemboca en el lago, con sus caritas largas y tristes detrás de la lona azul mostrando todas sus pulseras, collares y pipas con clutch que tanto le gustan a los extranjeros. ¿Qué hablaron el día que se conocieron? ¿Por qué decidió ayudarlos? ¿Qué hubiera pasado si no les hubiera tendido una mano? Nunca podré saber de qué hablaron, probablemente ni el mismo Selvin se recuerde, pero estoy seguro de algo: en ese pueblo, se conocen entre ellos… Como pasa en cualquier pueblo pequeño. Les ofende los ladrones y los bolos, pero les ofende aún más que haya ladrones y bolos que no sean del lugar.



Recorrimos de nuevo las estrechas calles San Pedranas. Pasábamos por los angostos callejones donde apenas cabía una moto, un chucho y una vendedora de pan de banano. La eterna letanía del pan de banana, pan de piña, pan de chocolate ¿quieres pan? En cada esquina de cada maldito callejón, la misma mujer se desdoblaba como holograma para ofrecerle pan de banana a cualquier humano, sin importar edad, religión, sexo o que tuviera aspecto de Chupacabras. Llegué incluso a cuestionarme si no se trataba de una fachada para venta de hongos alucinógenos o ácidos. O si de repente me había convertido en pinta de segunda mano y sufría colateralmente los malos viajes de las personas a mí alrededor. Dejó de importarme una vez que salimos del callejón. Nunca compré pan. Nunca compré ácidos.

Ya había oscurecido cuando llegamos al bar. Nos sentamos en la parte exterior, lo que le llaman ‘al aire libre’. Selvin solo trabajaba 3 noches a la semana como mesero. Las otras 2 noches se dedicaba a ser un humilde rockstar en el único hotel con piscina. El lugar era tranquilo y acogedor. En el suelo, una pila de rocas alrededor de una fogata nos mantenía calientes. Tenía su propio hierro para remover el carbón y reavivar el calor cada vez que se estuviera apagando el fuego. No éramos los únicos en la parte de afuera. Atrás nuestro, en el espacio vacío de la ventana que une la barra con las mesas del exterior, 2 soldados americanos hablaban sobre portaaviones y el riesgo de estar con una mujer en Tailandia. Altos, canches, de mandíbula cuadrara e indudables héroes mediáticos si llegara a ocurrir un intento terrorista en el lago más hermoso del mundo. Huxley debió estar muy drogado cuando escribió eso. Mi mente se fue un rato pensando en el titular que CNN eligiera si esos 2 soldados americanos fueran de fiesta y por alguna enredada razón telenovelezca terminaran inhalando ántrax creyendo que era cocaína. Los vi de reojo para terminar de inventar mi historia. Sureños probablemente. —It’s not worth it— fue lo último que alcancé a escuchar. Ya no hablaban de misiones fulminantes en Yemén ni trasvestis tailandesas y les perdí el interés. La NSA estará de acuerdo conmigo si les digo que las mejores historias que he escuchado no me las han contado.



Selvin salió de la cocina sin que yo lo notara, pues estaba de espaldas, recostado en un árbol. Se acercó y nos saludó. La fogata hacía un contraste de luz y sombra en los rostros de mis amigos pero cuando llegó Selvin, sus caras se iluminaron por completo. Fue como un respiro de alivio saber que su ídolo, seguía siendo SU ídolo. Fue el cheque de coconfirmación que el viaje no había sido en vano, pese a las carreteras infernales y la escasez de billete.


Me di la vuelta y vi por primera vez al mítico Selvin en persona. Más alto que cualquiera de nosotros, de pelo largo liso, de aspecto agringado, laidback y, por qué no decirlo, nada mal parecido. Nos saludó de uno en uno, empezando por su hermano y terminando conmigo. Sacó de su pantaloneta un cigarro y lo prendió rápidamente. Lo fumó casi hasta el filtro. Platicamos un poco de nada. Su turno terminaba en 3 horas y no podía escaparse antes. Contra voluntad, pedimos una Gallo esperando que el tiempo pasara rápido para bombardear a Selvin con preguntas entre cerveza y cerveza.


sábado, 21 de junio de 2014

Viviendo el sueño (III)

— ¿Ya estás más fresco? — Simón, después de la dormidita ya ready. Caminamos un rato por el pueblo. Poco tiempo después el tercer mosquetero capitalino, el otro amigo con el que había llegado al pueblo, se integró a la manada de perdidos. El hermano de Selvin que tenía una semana de estar ahí también apareció. Caminamos sin rumbo fijo, de un lado a otro, juzgando a los italianos psicodélicos y los japoneses desubicados. Ya se estaba haciendo de noche. Algunos restaurantes ya empezaban a abrir sus puertas y el friíto del lago salió casi al mismo tiempo que los grillos. Caminamos otro rato más y las calles seguían igual de libertinas que en la tarde. Sobre la grama, en una parte alta al borde del lago, una pareja canchita se besaba como los amantes se besan y frotan en los asientos traseros de los carros. No había tiempo para ellos. No importaba el mundo ni las leyes, solo sus lenguas y sus manos sobándose sobre la ropa.

Pensé que debían buscar un hotel. Probablemente tenían uno pero no tenían ganas de ir hasta allá. La escena y la calentura hizo recordarme de mi primer carro, en mi primer año de Universidad, cuando no podía pagar mi gasolina, mis chelas o mis motelazos y tenía que convertir mi carro en un motel-comedor. El carro era un fastback deportivo automático de 2 puertas y cola de pato que le daba aspecto de cucaracha a punto de emprender vuelo. El asiento trasero era incómodo. No podía hacer mucho. Mis intentos de 'hacer el amor' se quedaban en la parte de planeación porque nunca realmente pude hacerlo. Una vez llevaba una chava más alta que yo. Intentamos hacerlo en el asiento trasero pero su cabeza topaba con el techo. Al final terminamos haciéndolo en el asiento del copiloto. Mala experiencia. Era la segunda mujer con la que había estado y ella sabía que necesitábamos más espacio. 

Ella fue buena conmigo. Sin rodeos me propuso que fuéramos a un motel, donde podíamos estar más tiempo y hacerlo sin complicaciones. Fue casi como mi segunda primera vez. Estaba nervioso, entusiasmado y con miedo porque nunca había ido a un motel antes. Nunca nadie se ha tomado la molestia de crear un manual sobre cómo ir a moteles en Guatemala. Hay cosas esenciales que todo hombre debe saber la primera vez que va a un motel. Para empezar, uno obtiene lo que paga. Si uno paga un cuarto barato, como los del Autohotel La Luna o el Tah Mahal es probable que el catre no vaya a rechinar tan rico ni con tanto gusto como en el OMNI o en el Primavera Suites. Me podrán llamar ordinario, pero el OMNI es por mucho el mejor de su clase, los precios van desde 150 quetzales y siempre tienen todo nítido. Además que después "te regalan" un shampoosito, un jabón chiquito, una gorra de baño y 2 rollos de papel tualet. Ah y hay wi-fi sin contraseña. Esas cosas las tuve que aprender con el tiempo. También hay que saber qué hacer cuando llegás y que aunque es mejor parquearse de retroceso, es más fácil entrar directo de frente, así como le vas a entrar a tu mujer. La primera vez creí que el portón se cerraría solo, como el de mi casa, pero no. Hay que bajarse más rápido que flash y apachar un interruptor que hace bajar el portón americano.

Cada visita fui aprendiendo más y más cosas. Cuando teníamos ganas de jacuzzi íbamos al Primavera. Cuando queríamos estar secos, íbamos al OMNI. Aprendí que es mejor comprar cerveza y preservativos en la gasolinera y que el tiempo en el que se tarda en apagarse el rótulo de 'en limpieza' es tiempo que hay que aprovechar en foreplay. Aprendí que se puede entrar al OMNI una cuadra después y que si tenés suerte, podés encontrar libre la habitación con la silla erótica. Es un negocio visionario pensado para nosotros los pobres diablos clase medieros que todavía vivimos con nuestros padres pero ganamos lo suficiente como para costear un polvo anónimo.

Cruzamos en una calle — Brother, Mario Bros— nos dijo el chara infaltable del pueblo. No le prestamos mucha atención. Encontramos una tienda de barrio. La típica tienda de barrio, con su publicidad de cigarros y compañías telefónicas dándose verga por ver quien da doble, triple, quíntuple, infninituple saldo. Publicidad traslapada y pegada a las barras blancas, con la red de pelotas pásticas por un lado, las galletas apiladas en el mostrador del frente y todas las bolsitas brillantes de chucherías colgando desde el techo. La réplica de una tienda ordinaria que pudiera estar en La Berbena o en las afueras de La Cañada. 

Pedimos cuatro litros de Cabro. Un litro para cada uno. Sabía que ese litro me iba a hacer estragos, pues no había desayunado y el almuerzo había estado escueto porque habíamos decidido que era mejor gastar en alcohol y marihuana que en comida. Empecé a tomar directamente del litro. Frente a la tienda había una plataforma sin ninguna razón de ser. Parecía una construcción que se había quedado a medio camino. Estaba la armazón del techo y los parales del techo pero hacía falta la lámina del mismo. Estaba a la orilla del lago que ya reflejaba las luececitas lejanas de otros hoteles y casas. Tenía frío y la mano con la que sostenía el litro me temblaba. Seguí tomando y tomando. Para el tercer cuarto del litro me sentía ebrio y empanzado. Soy un bolo barato, pero no siempre fui así. Hubo una época en la que pude haber tomado hasta 4 litros e ir hasta la zona 18, luego hasta mi casa sin banquetear ni una sola vez. Pero esa noche, era el mismo bolo economic que he sido la mayor parte de mi vida.

Terminé el litro e inmediatamente pidieron otro. Mi lengua estaba amarga. Expelía olor a bolo cada vez que hablaba. Mi articulación se fue perdiendo sorbo a sorbo. Me empecé a sentir mal. Ellos querían otro litro y aunque insistí con mis palabras arrastradas que ya no queríamos otro, terminamos pagando por otros cuatro litros de Cabro. Apenas me había recuperado de todo lo que había tomado en la tarde y ahí estaba yo, echando litro tras litro, hablando muladas, contando anécdotas de drogas y mujeres, escuchando críticas de fút y uno que otro comentario por los que valía la pena asentir con la cabeza. Aún estando ebrio sabía que si me levantaba de la banqueta, estaría 1 nivel mas ebrio, sin embargo, tuve que hacerlo. Ya me explotaba la vejiga. — Vuir a (hipo) ala verga, vuir a miarbolito— caminé tambaleándome hasta uno de los parales de la estructura sin techo, cerca del montecito que separaba la estructura con el lago. Puse el litro en el suelo, alejado del radio de donde podía salpicar la orina que venía con furia. Oriné y me sentí un poco mejor, mas liviano. Ellos seguían arreglando el mundo con ideas pobres de personas que no tienen ni la más puta idea de la realidad nacional. En ese momento aproveché para vomitar. Me han dicho que soy un vomitador discreto, no soy como otros que hacen fuerza para vomitar. No, yo solo tengo que inclinarme un poco hacer fuerza con la boca del estómago y el vómito fluye. Vomité lo primero en el monte; cayó ligero y no hizo mucho ruido. Sentí ganas de vomitar otra vez pero ya había empezado a caminar hacia ellos, así que di media vuelta y caminé de regreso al montecito. Ellos estaban de espaldas y estaba oscuro, no podían verme. No me contuve más y mientras caminaba volví a vomitar. Ahora sí cayó sobre el concreto haciendo el característico sonido de un cataclismo antecedido por una fuerte debacle dentro de mis tras, chocando violentamente contra el piso. Desparramado como sesos por asesinato. Salpiqué la punta de mis viejos tenis cafés pero no se notaba mucho porque era casi del mismo color que el Spam enlatado del almuerzo. La poca luz que había me hizo recordar mi triste almuerzo al verlo todo explayado sobre el suelo. Me sentí mejor por mí aunque un poco triste por mis pobres Vans cafés.

Mis estúpidos zapatos de batalla. Los había comprado ya hacía más de 8 años y seguían echando punta. Eran nuevos cuando aún estaba en el colegio y los usaba casi todos los días. Los usaba para todo. Para caminar del colegio a mi casa, para andar en patineta, para medio jugar fút, para medio jugar basket, para caminar en los centros comerciales, para viajar, para besar, para manejar, para cocinar, para cualquier foquin actividad que pudiera tener. Incluso, hasta para trabajar. Amaba esos Vans. Sobrevivieron a fuertes ventiscas y pesadas tormentas de nieve. Estuvieron sumergidos en el canal de Monterrico y en lujosas piscinas salvadoreñas. Conocían tantos países y casi tantos departamentos como yo. Habían pateado arena volcánica y volcancitos. Cada vez que la suela se despegaba, los pegaba con Super Bonder otra vez. Mi ex-novia tenía unos iguales pero los regaló el mismo mes que nos hicimos novios. Siempre me dio lata eso porque no quería tener los mimos tenis que mi novia, pero los amaba tanto que no podía deshacerme de ellos tan fácilmente. Todavía los conservo en mi closet como símbolo de necedad.

Ella odiaba esos tenis, pero odiaba muchas cosas de mí y yo terminé odiando muchas cosas de ella. El lago me recordaba los buenos años que pasamos juntos y fue, precisamente en San Pedro la locura donde empezó el principio del fin. Fue mi intento desesperado por volver a estar juntos. Ella accedió a ir conmigo a Pana y San Pedro 3 días antes que empezara Semana Santa tres años atrás. La pasamos muy bien, paseábamos, comíamos y dormíamos juntos. Hasta nos bañábamos juntos. Fue un buen viaje pero fue en vano tratar de revivir una relación que estaba más muerta que nuestros ídolos. 


La pensé fugazmente mientras veía la punta de mi zapato salpicada. Tantas cosas me hacían recordarla. Fue casi poético darme cuenta que la plataforma donde estaba vomitando estaba a pocos metros donde nos habíamos quedado con ella la primera vez que estuvimos en Sanpedrogas. En fin. Como pude, limpié un poco el vómito con la grama y regresé hasta la tienda, tambaléandome. Pedí unos chicharrones picantes. Creo en el poder de la comida picante para quitar la verguera. Y, prefiero oler a chicharrones picantes que a buitre. Regresé a la banqueta a terminarme el litro. Estaba asqueado, ya no quería más.

viernes, 20 de junio de 2014

Viviendo el sueño (II)

"Me llamo Axel pero me dicen Relaxel" me dijo antes de soltar la clásica risita de todo buen marihuano.  
El broder apestaba a mota y me miraba con ojos chinos e hinchados. Arrastraba los pies al caminar y las palabras para hablar. Pareciera como si la comisura de sus labios fueran a intersectarse con la esquina de sus ojos por sonreír tan despreocupadamente. 

Intenté sacarle conversación. Le pregunté cuánto tiempo llevaba viviendo en San Pedro y me respondió que cerca de un año. Intrigado seguí haciéndole preguntas sobre cómo había decidido irse a San Pedro y dejar la ciudad o qué le dijeron sus viejos cuándo se fue de la  casa. Él no estaba interesado en mi plática y se limitaba a responder con un "no sé broder, no me acuerdo" a manera que no interrumpiera su trip interno. 

Teniamos que ir a la casa de Selvin, el menor de 7 hermanos y uno de los pocos aventureros capitalinos que huyó de la ciudad en busca del paraíso prometido. A los 18 años él y su novia decidieron irse de una buena vez de este pueblón que llamamos ciudad. Estaba harto de vivir en represión, de fumar a escondidas y sobre todo del tedio citadino. Según me contó un amigo de su hermano, una madrugada cualquiera, agarraron sus chivas y con sólo 100 varas se fueron hasta San Pedro en el primer bus que pudieron.



Los marihuanos son la misma persona en diferentes cuerpos. Hubo una ocación donde una conocida me dijo que el dinero era una mierda y que a ella le encantaría irse a vivir a Pana. "Mano, si hay que parchar para vivir, parchamos. Con tal de no vivir en este Sistema de mierda ¿ya?". Me hablaba del Sistema como si supiera que era, como si conociera todas las partes y todos los engranajes que conforman la máquina, como si fumar marihuana le hubiera abierto los ojos a una realidad que solo los marihuanos tienen derecho, sin darse cuenta que ella es una pieza de repuesto para este Sistema. La última vez que la vi seguía trabajando en un kioco en un centro comercial de la Roosevelt.

Siempre que destapábamos un litro en el chupadero de la USAC donde sólo reggae ponen, no pasaba mucho tiempo para que alguno empezara a hablar sobre mítico Selvin. Siempre. Sin excepción alguna. "Ese maje, calidad de persona vos. El maje con 100 varas se fue a San Pedo y empezó de 0, ahora ya tiene su chante y toda mierda. Pero, sí... Cuando llegaron, él ya la mújer parchaban y así sacaban algo de varandas para tramar y la duwi"

Relaxel se detiene y me toca el hombro como si hubiera tenido una epifanía: "amigo, acompáñame y luego vamos con Selvin". Había llegado al pueblo con 2 amigos más pero ellos seguían dormidos por tantos bongs, spliffs, clutches y qué sé yo que más. Yo seguía ligeramente ebrio, nada más. Nada que una michelada no pudiera arreglar. "Espérame aquí ¿vale?" No entendía cuál era la puta gana de hablar como extranjero, si probablemente vivía en Villa Nueva como yo y 1 millón más de ordinarios. Relaxel quitó el candado de un portón con maya metálica que dejaba ver hacia adentro. Había un pick-up corinto y muchas hamacas afuera de los cuartos celestes. Era otro hotel más para turistas. Americanos bohemios, disfrutando del tercer mundo hecho a su medida. Hoteluchos basura lo suficientemente aceptable como para pasar hasta 3 meses tomando Gallos y fumando San Pedrana Golden, alejados del mundo pero conectados a Internet.

Mientras esperaba, pensaba cómo putas podría alguien irse a vivir a un pueblo tan desgraciado como San Pedro La Laguna. Ya había estado una vez antes en San Pedro y tuve la misma percepción la segunda vez que fui. ¿No es suficientemente sub-desarrollado la Ciudad como para querer irse a vivir a un pueblo donde pareciera que todo se reduce a ácidos, coca y marihuana? 



"Vos comete una carretada de caca, cerote. ¿Me vas a decir que preferís los motocacos y las colas del horto que se hacen en vez de vivir de lo más fresh en Sampedrogas?" Y tenía razón, ningún clasemediero quiere embotellamientos ni paranoya en cada semáforo. Pero realmente no viviría en un pueblo donde la mitad son extranjeros y la otra mitad son indígenas y no me puedo indentificar con ninguno de ellos. No podía creer que yo, con mi pelo largo y mi playera de Pink Floyd prefiriera vivir en el mundo urbano que en un paraíso de leyendas y desenfrenos. Algún tiempo atrás hubiera, con un poco más de huevos, hubiera dado lo que fuera para vivir la vida del bohemio chapín. Después me di cuenta que hasta los bohemios necesitan dinero y, ahí fue cuando rechacé la idea de vivir en una casita, alejado del mundo, fumando yerba y escuchando rock progresivo mientras el mundo se cae a pedazos. Es una vida aburrida y hasta más rutinaria que la vida de ciudad. 

Preferiría mil veces vivir en una casa digna de Inmobilia en la Zona 16, con una Prado, un BM y un Porche estacionados frente a mi portón americano que vivir en una champa bien armado en una comunidad para cuasi-junkies. Preferiría oler rico todos los días. Cargar mis tennis limpios todo el tiempo. Hartarme en Jack Francois y vomitar medio salario mínimo afuera de Plus de Cayalá. Prefiero el ruido de la ciudad, la incoherencia de New York, la plasticidad de L. A, o la homosexualidad abierta del D.F. Por lo menos, quisiera vivir en una ciudad donde los bares estuvieran abiertos los domingos y pudiera caminar ida y vuelta, sobrio o ebrio, sólo o acmopañado, sin miedo de ser asaltado.

Para bien o para mal, vivo en el país con la ciudad más fea del mundo. La ciudad donde se rumorea sobre el amigo de un amigo que se quedó en el trip por meterse demasiados hongos y sobre aquel cuate que probó la florifundia pero no le pegó. La ciudad donde soñamos con encontrar una tierra virgen y mágica cada vez que vamos a Atitlán. La Ciudad de Guate/sque/fijese/que.

Prendí un cigarro para matar el tiempo. Luego prendí otro y otro más. Desde lejos vi una xten, blanca como la leche, con un gran sobmrero sobre su larguísimo y abundante cabello naranja. El sombrero la daba suficiente sombra como para caminar sin quemarse sus delgadas y pequeñas piernas casi transparentes. Ni sus piernas o sus brazos salían del cículo hecho sombra gracias al sombrero.  Me impactó lo claro de su piel. Era casi molesto para la vista ver algo tan claro. Como cuando la luz pega en el papel aluminio y el reflejo te da justo en los ojos, forzándote a apretar los párpados o voltear la midada para que no te duela el nervio óptico. Ente más cerca estaba era más evidente que su piel no era de estas tierras. Emanaba suavidad. Esa suavidad que te produce apretar la mandíbula porque te da nervios de primero tocarla despacito solo con la yema de los dedos, después de enterrarle las uñas y por último morderla para descargar todos los nervios restantes y así respirar aliviado. Era una cuadra larga y ella, puro Ütz, no tenía ninguna prisa, ¿Qué prisas pueden haber en Atitlán? No quería parecer puro idiota desocupado (como si estar  paseando el 4 de enero no fuera suficiente prueba para declararme trabagador) así que predni otro cigarro más, esperaba que durara lo suficiente como para que me viera fumando. Ya solo me quedaban 6 convertibles y 2 Luckys. Aposté a la suerte. Entre más se acerbada al final de la cuadra, donde yo estaba mi cigarro se hacía más pequeño.

Estaba tan concentrado en ella y su piel descubierta que había olvidado por completo que estaba afuera de ese hotelucho por culpa de Relaxel. "Amigo ¿Quieres entrar? Unos amigos y yo estamos viendo Family Guy" — Sí, dame chance, sólo me termino este cigarro.— La verdad es que quería terminar de sabrosear a mi musa San Perdana. Quería ver de cerca sus jeans convertidos en shorts, sus sandalias de 60 dólares, su blusa negra de mangas largas, las estrellas en los costados dde su abdómen, su gigantesco sombrero y sobre todo su piel que todavía me eriza.

Al pasar frente a nosotros nos vio a los ojos y con un español retorcido nos dijo "bujenas dehas" (intentando darnos los buenos días y ¡vaya que si era un buen dia para verla!) Yo respondí con un simple y plano buenas, tradicional de toda entrada de negocio. Relaxel fue más allá con su saludo y le dijo "vibra positiva, hermanita". —¿La conocés?—Le pregunté. Sí, se llama Skyler.— Memoricé su nombre. Skyler, la mujer más hermosa que he visto. Relaxel siguió contándome algo más sobre Skyler, pero no le respondí nada porque seguía pensando en ella y no quería que me cagara ahora a mí, mi trip interno.



Entramos a una habitación del hotelucho. Todos fumaban weed y se reían de las estupideces de Peter Griffin. No es necesario el boost de THC, pero siempre se aprecia el esfuerzo para reír más. —¿Quiere vitamina, maestro?—extendió su brazo poniéndome el blunt casi a la altura de mi boca. No quería, tenía sed y no necesitaba más resequedad en el cielo de la boca. A la par de la laptop donde veían un episodio donde Pewterschmidt quedaba pobre, había un envase de 3.3 litros de Big Cola, —Nel, pero no sé, ¿te puedo robar un poco de agua?— Le señalé el envase abierto —Dele maestrísimo, ahí hay vodka por si quiere echarle— Acepté su oferta. 

Estaba aburrido. Dos episodios después y varias carcajadas, salí de la hotbox. Relaxel iba aún más ensimismado. No habló ni una sola palabra, solo siguió el camino mecánicamente. Yo seguí a Relaxel aunque también iba sumido en mi propio lago de pensamientos.


Antes de doblar a la esquina para la casa de Selvin recibí una llamada de uno de los amigos con los que había llegado al pueblo. Casi 3 horas después habían recuperado la noción del tiempo terrenal. Quedamos en juntarnos frente a la casa de Selvin. Relaxel se despidió y siguió su vida San Pedrana fortalecida en Jah.