viernes, 31 de julio de 2009

Psicodelia en la TV Infantil

No todo es frivolidad, Paris Hilton, rockeros veteranos varados en la nieve y fotos de Megan Fox en Pop Life: también pensamos en los niños, como la esposa del reverendo Alegría. Por eso hoy nos ocupamos de la televisión infantil, esa nana digital que nos crió a todos nosotros (y así salimos...) y que seguramente criará a nuestros hijos (sólo que a ellos deberá compartirlos con la Internet).

Luego de una exhaustiva recorrida por los canales para chicos y los programas de TV abierta especialmente dirigidos a ellos, la conclusión a la que arribamos es que la programación para los "bajitos" se puede dividir en tres categorías: 1) Conductora tetona con muñecos de goma espuma; 2) Conductores lobotomizados que hablan como teletubbies; 3) Robots de veinte metros que tiran un rayolaser por los ojos y hacen volar todo a la mierda. Lo cual no nos deja otra opción que extrañar los años lisérgicos de la televisión infantil, esos programas hechos por la generación del 60 en los que las víctimas del ácido volcaban toda su creatividad psicodélica en productos que podían, o bien divertir a los niños, o bien darles el cagazo de sus vidas y convertirlos en pequeños Charles Manson en potencia.

No abundan los ejemplos de televisión infantil lisérgica en la Argentina. Quizás Flavia Palmiero hablándole a un televisor gigante haya sido lo que más se le acercó, pero sin duda los países angloparlantes nos llevan muchísima ventaja. La prueba está en los tres clips que les presentamos a continuación, buscados para demostrar que si uno pegó un par de malos viajes en el 69 (el año, no el colectivo) no necesariamente se tiene que dedicar a seguir a Grateful Dead por toda Norteamérica: también puede escribir los guiones de un programa de TV para niños.

EJEMPLO 1: Los bebés sin alma
Alguno de estos viejos drogadictos tuvo la brillante idea de grabar unos bebitos inmóviles y reemplazarle las bocas digitalmente por las de adultos que cantan, en un acto de sublime randomismo y terror. ¿El resultado? Nenes duros como estatuas que mandibulean y desafinan mientras posan su mirada inerte en el horizonte. Y si piensan que la primera mitad del video da miedo... esperen a ver después de la marca de 1:45.


EJEMPLO 2: El hippie pedófilo
El concepto detrás de Yogi Ogi Dogi -un viejo raro que le quiere enseñar yoga a los chicos- está tan jodido que no sé por dónde empezar. Ya a los 10 segundos aparece un gallo rastafari diciendo "yeah man". A los 20 le da unos abrazos muy locos a los pibes. Al nene que aparece a los 52 segundos no le abrieron la gaseosa adelante suyo. Fíjense como habla la vaca. Me perturba severamente la pose que hace al 1:20. Y lo que sucede en el minuto 2:24 me hace acordar a una reunión de amigos que terminó con todos en la 5ta de Wilde. No sé, yo no dejaría que este tipo se acercara a un hijo mío.


EJEMPLO 3: Los muñecos en pleno viaje
A mí no me van a convencer de que todo esto es casualidad. Más allá de las cosas completamente al azar, desquiciadas y sin sentido que pasan en el clip, no me van a venir a decir que estos títeres con los ojos abiertos como el 2 de oro, con las pupilas dilatadas, el fondo de colores vivos y los movimientos espásticos están ahí porque sí. Es ideal para mirarlo una y otra y otra vez mientras nos comemos cuatro milanesas y un kilo y medio de chocolate. Y si este les causa gracia / pánico, no se pierdan la versión ralentizada (¿no da una sensación tipo cumbia-doom?).


(Diego Mancusi)

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