jueves, 5 de julio de 2012

Surrealismo, nuestra realidad

Me siento a comer solo en el Tacontento de La Cúpula, un poco apenado por estar comiendo solo, pensando en el "qué dirán de mi" las demás personas. Pasé enfrente y seguí caminando de largo, me detuve y regresé hasta la entrada del restaurante. ¿Qué era lo peor que podía pasar si me veía fabuloso con mi look cotidiano?

Llegué hasta la puerta y rascándome la parte de atrás de la cabeza pedí mesa para uno, sólo para mi. Me senté en el área exterior, ahí tenía una linda vista a la intersección de la calle y la avenida una cuadra antes de la Plazuela España. El clima era perfecto, estaba lo suficientemente soleado y claro con una agradable brisa para que nadie estuviera quejándose cada 5 minutos con la típica y obvia frase "puta, que calor".

El día tenía exactamente la misma electricidad que describen en American Beauty, la diferencia fue que sí se escuchaba en el aire por el viento que soplaba entre la escueta fauna con la que Arzú ha decidido maquillar esa parte de la ciudad. 

En la mesa contigua, había un extranjero con una amiga o familiar algo gordita que también hablaba en inglés. Me pareció curioso, más no sorprendente. Hablaban sobre banalidades y hacían comparaciones entre la infraestructura americana y la chapina. La gordita, le tiraba mierda a Guatemala mientras se tomaba una cerveza Gallo. 

Pedí unas gringas y una michelada de Dorada Ice. Cuando llegó el mesero con mi orden y repetí en mi mente que había ordenado gringas, me di cuenta lo estúpido que era llevar a un americano a comer comida mexicana en Guatemala. La gordis, hizo suficientes puntos para que la catalogara como una cae-mal, quizás por su tono o un aura muy fuerte, qué se yo, sólo sé que no me cayó bien.

Pensándolo bien, fue por su hablado, su tono tan perfectamente plástico y gringo. No encontraba ninguna diferencia entre el hablado de una Kardashian y el de la gordis, sin embargo, tenía tanta hambre y ganas de mi michelada que dejé de prestarles atención y me ocupé en quitar la sal, en toda la orilla de la copa tongolele, con un limón. 

Sobre la calle, se escucha un potente motor acelerando salvajemente. Con la gringa a media altura, veo una Suburban nueva color champañia avanzar y doblar la esquina un instante antes que el Transmetro empiece a avanzar. La Suburban rechina llantas, bocina, colea, recupera el control y sigue acelerando sobre la avenida. El chiclero de la esquina se ríe y sigue leyendo la prensa con la portada de la selección de Futsal (rumbo al mundial) levantando los brazos, victoriosos. 

El gringo rápidamente dice "what the hell was that" y no fue hasta entonces cuando caigo en la cuenta que este supuesto gringo...  Era nada más y nada menos que un señor moreno de rasgos indígenas, camisa hawaiana, pantaloneta y tenis New Balance blancos que apenas si podía pedir una cerveso.

Ya casi terminaba mis gringas y mi michelada. Fui con el chiclero a comprar unos Marlboro, de esos que tienen una chibolita en el filtro. Me emociono tanto cada vez que escucho ese pequeño "CRAC". 

Exhalé el primer humo. ¿Qué habría comido en KFC?


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