viernes, 13 de julio de 2012

¡Viva la clase media! (II)

Una sociedad fragmentada y diluida. Fragmentada por nosotros mismos, por los medios, por el incesante clacismo, por intentar no ser un muco y por pura costumbre o naturaleza nos diluimos en música gringa, europea; vemos novelas colombianas y hablamos como ellos, llevamos mochilas al costado cual traqueto-estail. Posteamos en inglés y enfocamos todo nuestro apoyo en algún equipo español, sin darnos nuestro propio espacio a apoyar lo nuestro más que una marca de cerveza y una selección de fútbol soñadora pero mediocre, idéntica a la clase media a la que me adscribo, a menos que se trate de un trending topic o una campaña con fines políticos (medio) ocultos.

El amor, el éxito, el fracaso, las relaciones laborales, el inevitable erotismo, la inmoralidad de las drogas y demás paredes culturales que nos asedian son puras representaciones pragmática que nuestra pequeña mente intenta transpolar entre lo que es y debiera ser.

La ironía es el encanto de la misma. Comprar iPhones y estar pendientes a qué horas nos asaltan, comprar un seguro para el carro antes que un seguro médico, comprar casas tamaño huevo de codorniz en Carretera a El Salvador porque ahí es donde está la nueva burguesía, o al menos donde lo estaba hace 15 años, la magia de seguir siendo un casi-pobre/casi-rico y continuar con discursos más obsoletos que el Sistema de educación.

Es inevitable no hacerlo. No tenemos un glorioso ejército ni grandes planes de vida. Los pocos artistas contemporáneos que han sobrevivido o sobresalido en las escasas escenas artístico-culturales que ofrece el país, se han abierto paso a pura fuerza, talento y trabajo [Bohemia Suburbana, Ronald Flores, los de Narnia, Ronald McKay y algunos otros que los dejo en el tintero].

Las generaciones anteriores huían de la represión y quizás tenían mayor identidad nacional, un arraigo por sus raíces que las generaciones posteriores me parece habían perdido, hasta que un pseudo-chapín vino a recordarnos lo cool que era Guate (con una Pepsi en mano). Todos y todas caímos redondito, sin dudar, alegar o refunfuñar porque es un orgullo saber que un chapín se volvió relativamente famoso al dejar esta tierra de in-oportunidades.

No tenemos mucho con que combatir esa indiferencia cultural promovida por esta clase media fluctuante y fantasma que sostiene y aqueja el país.

Es más, ni siquiera sé de qué estoy hablando, sólo traté de usar palabras sofisticadas para no verme tan idiota y aprovechar un poco mi acceso ilimitado a Internet.

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