martes, 20 de mayo de 2014

No te entiendo (I)

[Metropolitan Museum Of Art, NYC/2009]


"Nosotros los artistas buscamos recrear lo que la naturaleza tan elegantemente ha producido" les decía el pintor al grupo de jóvenes vislumbrados que mantienen una cuña de esperanza en la puerta del éxito como artistas. La esperanza de cenar aunque sea frijolitos y arrocito con el esfuerzo extrapolando del hambre y el ingenio de una pintura, una canción o una escultura. Esa noche el pseudo-artista was at the top of his game. Vestía el uniforme de gala del bohemio tercer mundista: blazer, t-shirt negra, jeans, par de botas cafés y lentes de grueso marco negro bajo unas greñas alborotadas pero el largo justo para ser socialmente aceptables. Sostenía la copa con una mano y con la otra saludaba a distancia quienes no se atrevían a interrumpirlo. 

Nunca he entendido porque el artista se llama artista. ¿En qué momento un montón de garabatos con un recorte de un asesinato cualquiera se convierte en arte? ¿Cuándo dictaminaron que es aceptable llamarle arte a una vieja maleta con imitaciones de calcomanías pintadas? ¿En qué momento el artista deja de ser un aficionado y puede darse el lujo de tirarse a la deriva del abandono y el desaseo para otorgarse a si mismo el título de artista? Dejaré la subjetividad del tema a los abogados de la Ciencia y la Iglesia para que lleguen a un pronto acuerdo.

Le conté a un amigo sobre las obras y lo extraño de haber ido solo a la exposición pero no me prestó atención. La incesante avalancha de mensajes verdes en la pantalla fueron más importantes que mi insulza opinión sobre el arte ¡y con toda razón!, nadie debería escuchar las opiniones de un mortal que pudiera tener más talento si criticara menos. Pero ¿qué seríamos si no criticáramos al Presidente, a los indios, a los aficionados del fútbol, a los médicos ladrones, a los empresarios corruptos, a los choleritos que tiran basura por la ventana y a los borrachos perennes?  ¿De qué hablarán en Suiza o Finlandia donde no hay ningún caos que criticar? ¿De qué hablaríamos si no pudiéramos sacarle la madre a los que detienen el tráfico para ver si el atropellado en realidad está muerto o sólo malherido?

¿Qué sentido cobraría nuestras vidas si al despertar todos y cada uno tuviéramos confeccionados a la medida la solución a todos y cada uno de nuestros problemas?

Supongo que no tuviéramos palabras suficientes para agradecerle a Eris, Diosa de la Discordia y el Caos, como la discordia y el caos marcó para siempre nuestras vidas.

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