domingo, 18 de noviembre de 2012

Si yo pudiera re-escribir el Génesis (I)



Si pudiera vovler a escribir el primer libro del Viejo Testamento de la Biblia, lo contaría así:
En el primer día Dios creó a la mujer y al hombre simultáneamente, con diferencias pero sin preferencia por alguno de los dos. Les pidió su ayuda para construir el Planeta Tierra (su hogar) así valorarían, preservarían y cuidarían todo lo que hay en el.

Dios les enseñó como hacer árboles, agua, fuego, hongos, microorganismos y animales  -excepto serpientes- aunque los dotó con instintos e inteligencia, nunca les dio las suficientes habilidades ni facultades para replicar su obra de manera exacta. Sentían admiración y respeto por Él, por haber imaginado tantos seres: algunos ridículamente hermosos, algunos horribles y algunos tan extraños que parecían no tener sentido. Dios les explicó que nada era al azar, cada planta, cada animal y cada elemento visible e invisible  tenía su razón de ser, para demostrarles que todo tenía una explicación lógica aunque muchas veces compleja, utilizó la ciencia. No había nada prohibido, les permitió usar todos y cada uno de los recursos creados con la única condición que nunca utilizara más de lo que realmente necesitaban y nunca agotaran por completo todos los recursos, pues sin estos, no tendrían de donde servirse.

Trabajaron sin parar por 6 días y medio para construir el paraíso. En el proceso cometían equivocaciones, pero Dios siempre estuvo ahí para corregirlos y nunca para casatigarlos.

Al final del sexto día, cuando cada pieza estaba en su lugar, celebraron. Eva y Adán le quitaron las costillas a un cerdo para asarlas, cortaron uvas para hacer vino, quemaron yerba para iluminar la noche y arrancaron manzanas para comer después del cerdo y el vino. Dios no les había advertido sobre las serpientes. Cuando fueron a cortar manzanas y vieron una serpiente por primera vez, entraron en pánico y fueron a buscar otro árbol de manzanas sin serpientes, después de todo, eran humanos y sentían miedo por lo desconocido. Eva y Adán cocinaron juntos y en agradecimiento, invitaron a Dios. De tanta felicidad ambos tomaron demasiado vino y fue así como su Creador les enseñó que todo esfuerzo tiene recompensa y que todo exceso tiene una consecuencia negativa. Al séptimo día la pareja amaneció con dolores en todo el cuerpo por tanto vino y tanto trabajo.

Aprovecharon del séptimo día para descansar mientras recuperaban energías y contemplaban lo bien que había quedado el paraíso. Claro, había algunos animales deformes y algunas plantas sin color.  Dios era tan humano como ellos y por eso cometía imperfecciones sin intención, aún así, el aire y la vista era increíblemente genial;  lo más hermoso que ellos o cualquier ser humano después de ellos pudiese ver o imaginar. Haber trabajado juntos casi una semana les dio un sentido de camaradería, amor y respeto además de orgullo propio por haber hecho tan buen trabajo.

Así pasó algún tiempo hasta que Eva supo que llevaba en su vientre una nueva vida. Le contaron la noticia a Dios quien se emocionó muchísimo y les deseó lo mejor a los tres.  Ellos le agradecieron infinitas veces y decidieron marcharse del paraíso para formar en familia uno nuevo, sin olvidarse de Él ni todo lo que habían aprendido.


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