martes, 10 de mayo de 2011

Debajo del promedio

Estaciono mi carro en un mal diseñado parqueo de tierra a 2 cuadras del único edificio alto en esa horrible calle bachosa de 2 carriles. Camino apresurado esquivando postes, cagadas de perro, carros en la banqueta, agentes de EMETRA y personas esperando la camioneta. Siempre llego tarde, nunca saludo en la puerta del edificio.

Subo los 34 escalones de 2 en 2 para llegar más rápido. La recepcionista ve mi mochila rota del tirante izquierdo, con un clip y tape shuco haciendo el intento de chapuz chapín, sin decir nada sigue ojeando la prensa gratis. Miro mi pelo en el reflejo de un gran ventanal antes de llegar a los baños que siempre están cerrados por limpieza y pienso en lo mal que me veo para trabajar en una oficina seria como esa; me dan ganas de renunciar a mi libertad de 8:26 a 16:32 pero ni modo, ya estoy allí, no puedo hacer más que intentar vender de pushito en pushito la marca "Speedy"| <-poco que ofrecer | mucho para decepcionarse->;. Saludo con un clásico "buenas noches" me siento a mi escritorio y pico las horas hasta el almuerzo. Almuerzo sólo. Recorro las mismas 2 cuadras hasta el parqueo mal diseñado de tierra esquivando los mismos postes, cagadas de perro, personas y demás, ida y vuelta a la inversa.

Sin embargo, a donde vaya sigo siendo un Juan Pablo Castel; un Meursault; un Gregorio Samsa; un Antoine Roquetin; un Marco (aspirando una cabaña en Atitlán) licuado en un espacio tan reducio y lleno de tantas dimensiones incoherentes que resulta difícil ser el estándar de estudiante, hijo, trabajador, aventurero o ciudadano. El mundo está hecho a medida de quienes se adaptan o de quienes tienen ganas de adaptarse. De quienes son elemento de un subconjunto por la naturaleza del mismo o porque intentan serlo, no de quienes vagan de hombros caídos y pies arrastrados de un diagrama de venn a otro esperando encontrar un mejor anti-depresivo que los litros de 10 y los elotitos con limón de 7, saturando la corrupta mente con problemas laborales y estudiantiles para desviar la atención de lo emocional. Amistad lo llaman algunos y no lo niego, he hecho amigos geniales -según mi entender- pero sigo siendo un Juan Pablo Castel; un Meursault; un Gregorio Samsa; un Antoine Roquetin; un Marco (aspirando una cabaña en Atitlán) licuado en un espacio tan reducio y lleno de tantas dimensiones incoherentes que resulta difícil ser el estándar de cualquier cosa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Dale, comentá sin pena