martes, 16 de octubre de 2012

La boda

"Que te pele la verga mano, estás en Villa Nueva, la gente ha visto cosas peores". Esa era la realidad y no podía hacer nada para cambiarla o maquillarla. No había soundtrack emotivo, ni señoras llorando, ni ese aire denso y eléctrico que la noche carga cuando va a pasar algo realmente grande o significativo y aunque sí lo fue, no lo fue para mi.

Escuchaba las palabras de una abogada que insistía en pronunciar "cónyugue" y no cónyuge (sin énfasis en la "je"), meintras leía los mensajes bíbilicos de las paredes de un colegio en el centro de Villa Nueva y tomaba de la alargada lata de cerveza y sentía que algo no estaba bien... Más bien, no sentía mucho. Algo diferente a ese sentimiento que se supone que se debe sentir cuando un amigo cercano está a menos de 2 metros, contrayendo matrimonio con su segunda novia quien tiene en lista de espera a un bebé, entretanto mis amigos y yo, sentados en sillas plásticas al rededor de una mesa cuadrada con mantel blanco, fumábamos los últimos cigarros y dábamos grandes sorbos de cerveza que recién acabábamos de comprar en la tienda de la esquina y nos veíamos los unos a los otros sin poder hacer más que aceptar la realidad ajena, la realidad sin maquillar de Villa Nueva. Estaba pasando, era real, y por suerte... No era yo.

Casi al final de las palabras de la abogada, sentí el mismo escalofrío que siento cuando termino de orinar después de haberme contenido por mucho tiempo. El relámpago del escalofrío hizo el mismo recorrido, como cuando escurren las últimas gotas, desde mis hombros hasta las rodillas y de regreso, dejándome una  pequeña agitación en el corazón para recordarme el placer que ofrecen las cosas sencillas... Como  sostener una lata bien fría en una mano y sentir el tibio humo que se desprende rápidamente en espirales aleatorios del cigarro en la otra mano, sabiendo que la vida (MI VIDA) no tiene las mismas curvas de emoción y excitación como la de el personaje de una serie de TV — Hank Moody, Walter White, Christian Troy, Dexter Morgan o Barney Stinson— pero sabiendo aún así que sigue siendo demasiado buena o quizás demasiado mala. Dependerá del primsa con que lo vea.

Había un mensaje pesado  en la pared que no podía dejar de leer << Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud >> Me chocaba a la vista. Me molestó leer la palabra juventud porque me hizo entrar en uno de los tantos conflictos internos, en el que sabía -sé- que casarse a los 20 años sin tener trabajo ni haber terminado la U, con un bebé en camino no es algo que yo alguna vez haya soñado, pero tampoco creo que sea capaz de afrontarlo y aceptarlo, al mismo tiempo, sabía que no estar en esa situación, tampoco me hacía ser mejor persona, y aún teniendo grandes cuotas de libertad, media semilla de talento y algunas comodidades no he empezado a hacer ni la más mínima fracción de lo que mis héroes de la TV han hecho. No tengo las agallas o las ganas de hacerlo, porque lo único que sé hacer perfectamente bien imaginar, huir y evitar. 

Son esos choques eléctricos existenciales que llegan en el momento menos esperado. Ya no había cerveza ni cigarros. Me sentí agobiado. Me despedí de mi amigo, de su esposa y de algunos invitados. Me subí rápidamente al carro, puse el disco de Led Zeppelin y olvidé el asunto, huí e imaginé el resto de la boda. No he hablado con mi amigo desde entonces.

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