viernes, 7 de enero de 2011

Vivir en burbujas






Envidié su vida. No envidié sus carros, sus casas, sus viajes o sus ropas.
Envidié sus vidas, no sus bienes pues sabía que era tener alguno de esos lujos.

Realmente envidia sus vidas por vivir tan alienados, sin conocimiento alguno, más del que podían ver. Si en el país mataban a pilotos, padres delinquían para pagar la medicina de su hijo o le robaban el sueldo a alguna madre soltera, no les importaba. Ni siquiera lo sabían o les importaba.

Estaban conscientes que Guatemala era una basura por tanto indígena arruinado el país, pero más allá de eso, su burbuja era intocable: los carros blindados, los guardespaldas y el materialismo disfrazado de amor se encargaban de hacer una burbuja de paredes casi sólidas.

Alguien de ellos me contó el martirio que sufrieron cuando secuestraron a su tío, y de como lo recuperaron después de pagar el rescata. Ahora el tío triplificó su protección.

¿Alguna vez habrán visto las noticias por más de un día seguido? ¿Sabrán que las cosas se ven mejor desde el pico de la pirámide?
Ese día, entre botellas de ron Zacapa Centenario, Land Rovers y una extravagante casa en el puerto, realmente deseaba vivir en una burbuja igual de genial que la de ellos para no tener miedo al salir a la calle ni sufrimiento por ser víctima de la violencia.

Exhalé el humo y pensé que todas las burbujas se revientan tarde o temprano, me sentí aliviado. Reí y seguí criticando a los no-empresarios.

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