Imaginaba y fantaseaba con ser alguno de los niños de esa película. Con tanta suerte por tener esos grandes banquetes de pavo y una familia feliz con quien compartirla. Sonreía de emoción tan sólo pensar en un árbol gigantesco repleto de juguetes bajo el. Luego quita esa sonrisa y suspira.
Piensa que sus navidades no fueron tan malas. Recordó aquella navidad en la que recibió una bicicleta y comieron un pierna horneada de cena. Extrañó las guerras de canchinflines que hacía contra su hermano y deseo fuertemente volver a ver que todos sentados en la misma mesa, despreocupados por la realidad y ocupados en vivir ese momento único.
Ya casi son las 12 y la aguja está tocando las últimas notas del acetato que está por terminarse, igual que su cigarro. Exhala una última vez el humo en forma de suspiro.
Oye que hay unas cuantos niños y señoras quemando estrellitas, emocionados. Piensa que no hay tanto ruido como cuando él salía a quemar cuetes. Apenas unos pocos minutos superan las hora en que llega Santa. Se crea un micro-momento de silencio y es roto por las señoras gritando y la ambulancia acercándose.
Levanta la aguja, se sienta al borde de su cama y piensa "ya nada es igual"
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Por unas fiestas sin balas, ni violencia.